Vista la receta que cantó el tabernero, el de la pluma se dispuso a seguir escribiendo sobre el papel lo que consideraba su obligación, pues sabiendo como era, seguro que enviarlo a la prensa haría, aunque ni Dios caso le hiciera, ¡o quizá si!, pero por temor a los que gobiernan, capaces no sean de publicar la crítica que con tanta simpatía y crueldad, ironizaba la realidad de los despropósitos que cada día acontecían.
—Vuestras mercedes han de perdonarme, porque sobre la sobrina y amiga de presidentes no escriba, pero si he de hacerlo con otra gobernanta, o intento de ello en la bella Andalucía, que castigarnos quiere después de que la miembra del poder judicial y presidenta del Observatorio para la Violencia de Género, organismo público con el que en muchos puntos estoy de acuerdo, pero no en cuestiones donde pretender se intenta tratar al hombre como animal y no entender que el que mata, tortura o maltrata a una mujer, sólo tiene en común con el hombre la física apariencia, pero que sin embargo no es lo que debería ser, es decir…, un barón y sí un asesino, torturador, maltratador y por lo tanto un delincuente que debería estar en su vivienda natural, en prisión o en el paredón. Por tanto os comunico mi intención de dos réplicas, la una a la señora de tan importante consejo y la otra a otra política que tan poco gracejo tiene, pues mientras la protectora habla de cárcel para el piropeador, la señora de mi Andalucía, siendo abogado, ¡tela!, si nos dice que lo hagamos, pero en privado, y por lo tanto así poder criminalizar a quien lindas palabras, sonetos, cuartetos, tercetos y otros tetos, suelta una gracia cantada unas, y gritada otras a las obras creadas por nuestros señor y que paseando llenan de orgullo nuestra nación. ¿Quién desea el turno de leer esta primera misiva?
Mira por dónde en ese momento entró la propietaria de la Untería, panadería para los recién llegados que aún no estaban al tanto de los tan singulares nombres, y que obedecía al nombre de su padre y la madre que le parió, es decir y como ya nos tenía acostumbrados, unas veces era Tocina otras Rebelión o doña Dómina Dominemos, el momento era la cuestión.
—Veo que andando estáis buscando alguien que tenga los ovarios bien grandes para leer una de vuestras irónicas protestas. Si no os importa, ya me encargo yo, que así si alguien ha de cobrar por merecerlo, ya le doy la harina pertinente en uno u otro costado al penitente, y así que dejar deje de pedir por capricho o porque le sale del bicho.
—Vuestro es el derecho querida vecina, ahí os lo dejo. –respondió el escritor.
Hablando de Roma por la puerta asoma la falta de cultura de algunas miembras del C.G.P.J., en este caso la Presidenta del Observatorio contra la Violencia de Género, que sin más achaca y tan tranquila se queda, alegando que “la observación y posterior declaración de la belleza es una invasión a la intimidad de la propia mujer”
Creo que estoy perdiendo capacidad de entendimiento y de comprensión, quizás los años, el meridiano del centenario me estén dejando fuera de la Ilustración y deba entender que ya no se puede, no se debe, es pecado, no lo hagas, no lo digas, guárdatelo que si no vas al infierno.
Y digo yo señora Presidenta, ¡perdón!, señorita que si no recuerdo mal, ya no se puede definir a una mujer entre una y otra cosa, así proclamaron hace unos años, y esto se lo digo con todo el amor del mundo, y ¡ojo!, que nada tiene que ver con usted.
Si conoce Vitoria, ¡sí, la de Álava!, sabrá que por esos lares la costumbre de ensalzar la guapura o el encanto es al revés, es decir, son ellas las que alardean y a veces con mucha fiereza de frases que atentan de verdad contra la integridad de cualquier animal de sexo masculino, “que es al parecer como usted nos ve”, salvo que en los últimos años hayan cambiado, pero créame que lo dudo. En la misma plaza de la Virgen Blanca, cruzando de punto en blanco, conozco a uno que no sabía donde meterse, y es que una cosa es un piropo y otra una sutil arenga de acoso y derribo, pero supongo que como tantas otras cosas este caso es simpático y no hace daño.
Sepa usted que el arengado no salió corriendo por eso de que “ancha es Castilla y a mi se me hace estrecha”, que si no, hubiera puesto pies por polvorosa. Aún así y después de la experiencia, que no ha sido la única, hay más incluso en otras provincias, el desdichado jamás se sintió ofendido en su interior y por supuesto jamás pensó que aquella manifestación de poder femenino era un atentado contra la integridad de su persona, simplemente entendió que así es la naturaleza, unas veces bonita y otras un poco más basta.
¿Qué pasará si a una señorita de setenta y cinco años, por decir algo, que va acompañada con su hijo a uno y yerno a otro lado, un delincuente se le acerca y le dice en presencia de ellos, “pero por Dios, que bien acompañada va usted hoy”, “cada vez que la veo, aparece la primavera”, “si está usted tan guapa que va a provocar accidentes de tráfico”, “cuando veo su sonrisa se me aparece el sol”, “me duele el alma de ver tanta belleza”, “un ademán con el sombrero”, …
Y es que hay formas y reformas, las de la cultura que envuelve al que suelta una palabrota por piropo y la del que ensalza en una metáfora la belleza exterior e interior de la persona, y solo con una intención, la más cruel de todas, la que asesina, la que pervierte, la más poderosa…, simplemente por dar un poco de felicidad y eliminar las asperezas de la vida.
Un escritor llamado Fernando José Baró, al que me veo obligado a dar la razón, tiene por título de una de sus obras “Las arrugas del alma”, creo sinceramente y sin intentar hacer daño a nadie, que esas arrugas son las que usted debe tener, ¡sí!, las más internas, esas que no son pliegues de la piel provocadas por el sufrimiento sino por su extraordinaria forma de ver las cosas que no son, las que envejecen a una población, eliminando cualquier tipo de creatividad en su verbo y en su espíritu, en los libros y su mirada, en la tristeza que supone a partir de los cuarenta que alguien no se atreva a mirarte por miedo a una denuncia a todos puntos vista como un atentado, si señora Presidenta, un atentado a la libre expresión que además defiende y es uno los pilares sagrados de nuestra Constitución.
Creo que debe recapacitar, errores los cometemos todos, yo el primero y muchos en la vida, de los que afortunadamente voy aprendiendo limando para no volver a caer en ellos, no juzgue ni prejuzgue a la mayoría por una tremenda minoría, pregunte usted entre las personas si unas palabras bien dichas ofenden o atentan contra su propia integridad y comprobará que no lo es cuando él o la que lo suelta es de su agrado y por lo tanto, si no lo es, ya es un mal bicho, un delincuente que no tiene dos dedos de frente y al que hay que exterminar aislándolo de la sociedad en la que vivimos.
Esta semana más de medio mundo se ha levantado contra la libertad de expresión y de opinión, y a usted, eso le va al pairo, que para eso está donde está y por eso hace lo que le sale de la real gana, o al menos eso intenta.
Quizás estoy siendo duro en extremo, pero es que sus intenciones me han llegado al corazón como puñaladas traperas por la espalda, suerte que el coselete y la malla me protegen que si no, a estas horas estaría en la guillotina, en el garrote, en la horca o frente al paredón, gracias a Dios que tenemos nuestra sagrada CONSTITUCIÓN que nos protege de tanta vulgar humillación.
Por cierto, no se preocupe usted que a estas alturas no habrá dos piernas que suelte “qué bien vestida va”, “qué bien le sienta esa blusa”, “qué sugerente está usted hoy”, “y llegó la luz” …
La cocinera y creadora de las mejores hornadas de la zona, finalizó la lectura afirmando y negando con movimientos continuos de cabeza, y era de esperar, pues sabido era por todos, que aunque gustaba de compañía femenina y masculinas en idénticas proporciones, ella era la primera que cuando algún ave le gustaba, primero en viva voz se lo decía, y luego si el amor surgía, ¡a la cazuela!, de ahí que en parte mostrara su contento y en otras su desconcierto.
—Sois un poco canalla mi querido Ulises, pues no es para tanto la noticia, más sabiendo que el objetivo era el de meter un buen calificativo para el que utiliza la fuerza en contra de la naturaleza de tantas bellas mujeres. No obstante reconocer me veo obligada a decir que tampoco la otra se ha quedado corta, y que por probar ya lo hecho, ahora queda el trecho de aprobar tan mal disimulado odio hacia el varón, que como bien sabéis no es mi condición, aún así y como el mal no viene para mí, defenderla debo, aunque sea de forma débil y muy moderada, porque de lo contrario también puede quitarme el derecho de sacar provecho del verbo ensalzado con ética y poética si fuere el caso, o con un te pillo y un aquí te mato si lo merece el aparato.
Los oyentes sabiendo que si algo había en esa mujer, es sinceridad, quizás algo tosca, brusca y carente de diplomacia, pero la vida hace el vivido como es, unas veces fina y elocuente y otras así, pero siempre terminan de la misma forma, dando por oriente u occidente y si no, que se lo pregunten a la rubia, a la otra me refiero. Otro recién llegado a la tertulia, esta vez un conocido vecino de Elpepetedá y casado con otra encantadora señora del Elpesoetambién, tomó la iniciativa en la misma deriva pero con distinto tinte, que no se diga que las palabras bien dichas y en alta voz, siempre son de mala condición. El susodicho respondía al nombre de Medieronpordetrás.
—Muchas son las truchas que se unieron al pez gracias a los descarados calificativos bien puestos y merecidos, tal fue mi caso y el de mi linda mujer Sinavisar, puedo decirles que incluso estudiar tuve las formas de ensalzar las particularidades de aquella moza sin dañar sus vestiduras, hasta que después de quedarme sin la sutileza y la gentileza de la creatividad al servicio de la solicitada caridad de mi vecina, un día a las cartas todo me lo jugué, soltando algo más descarado que dejara claro que me gusta el azúcar pero también lo salado, así que sin más, esto le solté; –¡Dios!, ¿pero has visto cómo estás y cómo me tienes?– Diose la vuelta, me arreó una sonora hostia para posteriormente decirme, –¡Ya era hora que me dijeras algo más acorde a tu sexo!, que pensar incluso llegué que tan solo eras un poeta probando estilo sin pensar ni en mí ni en tu bragueta. Así que desde aquel mismo día, nos prometimos amor y cordura hasta que el desgaste nos llevara a la sepultura, y aún hay quien dice que la sal no es propia para ciertos menesteres.
Y seguía el intercambio de opiniones, las de las unas y las de los otros, siempre tolerante con las disposiciones y la idiosincracia de cada uno, sin perder el respeto y mejorando la calidad de lo que allí se exponía, normalmente todo era actualidad e historia de pocos años ha, pero como seguía el turno de las quejas varoniles, el posadero, el de siempre, puso causa a otra crítica de repente, que el autor aprovechó a plasmar mientras escuchaba las conversaciones de los demás.
—Ésta otra que de la pluma del siempre ha salido, también va por los mismos caminos, pero en esta ocasión por tildarnos de tontos ricitos de oro de apellido, abogada y polifacética política de la tierra del flamenco, aceitunas y pescaito frito, de las ocho provincias me refiero y que suman la comunidad. Si alguien desea explayarse dando a conocer en voz alta el contenido, ¡que lo diga y lo rece!.
Mira por dónde en ese momento aparecieron Divergencia y Separación, las constitutas de la prostitución, y bien que nos venía, pues de pleno, excelentes eran con sus capacidades orales. En fin que necesario no fue ceder el tributo, pues todos sabían de las lenguas que hablaban, muy bien se les daba el griego y el francés, del que siempre se decía en petit comité algo de a base del cinco por ciento y más, que no falte la calidad del que ora por aquí y jode por allá.
Ambas sujetaron el papel, una con la siniestra y la otra con la diestra, así empezaron a recitar con bella prosa las respuestas a las incidencias de la reputada señorita.
Sepa usted que si algo es condenatorio desde cualquier punto de vista, es un piropo bien dicho y en solitario, pues puede quedar en entredicho el honor del bicho que lo ha pronunciado. Bien sabido es que si no es capricho y autorizado por su majestad, a la cárcel puede ir bajo su potestad, pues siendo una hipérbole bella que loa la grandeza de cualquier persona, puede ser mirado como un delincuente que a una mujer ha acosado, esa… mi serenísima, es la auténtica realidad.
Mas pudiera decir con su consentimiento, que solicito y seguro no tengo, o sin su venia y no me arrepiento, que el que piropea en una sola presencia, la del ser que recibe esa bella esencia de la pureza que ensalza las virtudes de su naturaleza, puede interpretar con toda naturalidad que el culpable busca la unión momentánea de dos personas en su justo equilibrio, es decir, y en castellano de toda la vida, pero que se entiende así en todos los idiomas, matar el tiempo rozando los santos sacramentos de las conciencias más espirituales del universo, y no es así.
Cuando un caballero se quita el sombrero al paso de una mujer, no es una intención, es devoción, respeto y esmero en demostrarlo.
Usted está llamando machista al hombre masculino, ¿debo entender que en caso contrario también así es? Que su serenísima no disfrute con las regularidades o irregularidades del verbo, no quiere decir que las, y los demás tengan su misma y particular forma de ver la vida. Una cosa es el progreso y otra el retroceso, y por lo que veo, seguro que volveremos a pagar por otro mapa como el de Aído, o más.
Las cualidades humanas del masculinismo, y así lo escribo para que se entienda, nada tienen que ver con su machismo, y con esto me refiero a su merced, pues tal forma de evitar la admiración con más represión, así lo es. Curiosa observación teniendo en cuenta siendo quien es, pues es de saber, que quizás la experiencia a algunas no ha llegado, que ejerciendo la hipocresía en la dirección que sopla, no queda otra cosa que estopa, por supuesto la que usted da, que para recibir ya estamos los humanos individuos y que a base de soportar aguantamos como chiquillos las ofensas que nos lanzan hiriendo como auténticos cuchillos.
Ya sólo nos queda un parque cerrado, uno de esos con anillas de caballería, donde poder sujetar al potro y al resto del ganado, con o sin ayuda del otro, y con bozal, ¡por favor y que no falte!, que las metáforas y la rimbombancia de los detalles pueden ser exagerados y mal entendidos, por eso y ya de paso, aproveche y cuelgue un cartelito, cual señal de tráfico que avise con todos los lujos y mucho cuidado a cualquier pajarito, de los animales que allí se hubieren fijados y bien encerrados, creo que bien le quedaría, y de ello casi seguro estoy, un dibujo de un masculino varón con un texto que en grande indique “PELIGRO, HOMBRES”.
Saludos del que se expresa, admira el arte, la gracia y el talento, en vida, con un suspiro y a veces con acierto, otras… C`est la vie.
El aplauso fue generalizado por uno y otro lado, incluso las constitutas de las Prostitución se mostraron de acuerdo con el resultado de la carta expuesta por ellas a viva voz. Unánime fue el sentimiento, pues hacía falta tener mal aliento para apoyar con tan firmes ganas que un caballero, fuere el que fuera arriesgara su pellejo en tan poco noble batalla, pues siendo abogado quien lo decía y compañera de ideas de la miembra, cualquier día podría ser ejecutada una orden de celo a quien le diera la gana, y así encerrar la libre alternativa y el derecho de la palabra según el capricho del momento y del día, sabiendo que si no era apetecible el sujeto o simplemente a gusto del oyente, al bravo luchador le darían muy bien, ¡sí señorías! por oriente, occidente, levante, poniente, barlovento, sotavento, proa y… la popa, y ¡esto si que no!, ¡hasta ahí podíamos llegar!, ¡por ahí no!…, !que duele!