Crónicas de una inesperada sorpresa

Crónicas de una inesperada sorpresa.

¡Que no!, ¡que no damos a abasto para gratas sorpresas!, ¿por qué será? Algunos dicen que nos ha mirado un ángel, otro un hada, ya hasta un búho que nos ayuda y guía durante la noche hasta la mañana.

Quizás un trabajo fino y bien hecho, o simplemente a madre fortuna en forma de capital humano, ¡a saber!, pero creo y explico si me lo permiten, que posible es la labor de compañeros que llevamos realizando en Alfareros del Lenguaje desde sus inicios, y que este próximo día veinte de noviembre, por casualidades de la vida cumplimos los dos primeros años de una larguísima vida, ¿no les parece?

Voy a contarles una realidad como un templo, o si lo prefieren el templo de la realidad, según le plazca al que lee e interpreta según su propio criterio.

Andaba esta pluma cuando aún era un lápiz dándole vueltas a la cabeza, buscando soluciones a los cotidianos problemas de quien se da un señor y real leñazo en sus negocios, éste era el caso, pues sabido es que quien crea tiene un porcentaje elevado de llevarse una señora y sonora hostia si no dispone de los recursos naturales bien ampliados, en palabras mayores, una mochila de billetes de los morados por si las cosas se tuercen, ¡y así paso!

El caso es que una tarde tomándome una de Flandes, ¡a un tercio me refiero!, y de cerveza, que de cubatas y creo no hay, enfrente de la barra de una bar que ya todos ustedes conocen, y del que quedó el espíritu del creador del Quijote, observé que había una reunión de aficionados a la tertulia, así que sin cortarme un pelo, tal y como se dice en estos lares, a los de España me refiero, pregunté al acaudalado propietario si aquellos señores, uno de ellos con sombrero de ala muy corta, venían por aquí a menudo, a lo que me respondió que eran finos observadores y albañiles de la tinta bien empleada sobre el papel. Dicho esto, pero en su jerga habitual, por cierto, que lo de acaudalado es para elevarle el ánimo, me presenté a los allí sentados. Decir quiero que hubo quien me miró como un bicho salido de otro lado, ¡y es normal!, porque nunca he tenido vergüenza para darme a conocer, así que al siguiente miércoles me presenté de nuevo, y como resultado, nació el amor. De esto hace un año y cuarto y mitad para ser exactos.

Me apoyaron, perdón, quiero decir que me obligaron a escribir…, y tantas ganas tenía, que en dos meses plasmé mi disco duro mis dos primeras novelas, comencé otra y al poco cree este blog.

Al segundo día de reunión, visto que con los 20€ por año de cada socio nos sobraría dinero por todos los lados y ya éramos seis, me propuse aumentar los fondos de inversión con mejores resultados, a lo que, ¡y lo juro por mis zapatos! me contestaron…

-¡A ver!, que no te has dado cuenta que esto es una asociación de escritores sin ánimo de lucro.

Dicho esto callé y pensé, la verdad es que tienen razón, cuando seamos cien tendremos dos mil euros, y con eso, ¡vamos con eso!…, con semejante cantidad, ¿qué hacemos?

En fin, que al final empecé a apoyar a mis compañeros y comenzamos a crecer, hoy, tan solo después de quinientos días, somos veintidós, ¡vaya tela!

Lo mejor del caso es la calidad artística literaria y humana de los que formamos esta sociedad de lucro cesante, ¡jajaja!

Al día de hoy hemos hecho un buen trabajo, ¡eso creo!, a nivel literario y humano, ¡así pasa!, que cada semana se nos unen más compañeros y amigos para llevar a buen puerto una organización que busca, quiere y anhela dar a conocer a aquellos autor@s con buena pluma en todos los rincones de habla hispana.

Hace unos días se nos unió quien más nos faltaba en este momento, nada más y nada menos que una crítica literaria y reseñadora de literatura y muy conocida en las sociales redes, a estas alturas, y después de haber leído el primer párrafo seguro que ya saben a quién me refiero, El Ecritorio Búho y a su gran creadora Thelma García, ¡gracias, gracias, gracias!, que bien merecidas las tienes.

Ahora disponemos de la mayor de todas las fuerzas, la ilusión y un común futuro, ¡el sueño!, todo gracias al equipo que conformamos, ¡que vale lo que es!, puesto que no tiene precio, así que a todas aquellas personas que sean capaces de escribir o plasmar con letras, ilustraciones o pintura, tienen en esta humilde casa…, su morada.

Besos a quien proceda y un fuerte y cálido abrazo para tod@s.

14 comentarios en “Crónicas de una inesperada sorpresa”

  1. Hola amigos, es un gran placer poder visitar tan interesante rincón literario, yo estaré encantada de ser un socio más si me lo permitís, quién sabe a lo mejor surge el milagro de amor como le sucedió a nuestro buen amigo Frenando.

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  2. ¡Jo!, chic@s, me habéis enternecido tanto que no sé si ponerme a llorar o tomarme una cerveza (que es la hora). Sí, de veras, eres magnífico Fernando. Y cómo te explicas…

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