Ayer fue un día especial en el país caribeño, Venezuela acudió a las urnas para restar poder en el parlamento a los políticos actuales, un rico país al que las decisiones han dejado completamente defenestrado desde el punto de vista cultural y económico.
De estos 17 años de poder chavista y madurista, debemos extraer que nos ha enseñado para no volver a incurrir en el mismo error. Venezuela está en la más inquietante ruina económica imaginable, va costar mucho sacrificio volver a recuperar una nación inmensamente rica por sus recursos naturales, pero… completamente destrozada por los errores de gestión y corrupción de unos gobiernos que nunca entendieron la economía, sino que jugaron con ella como si de dioses se tratara.
Después de una guerra que ha asolado un país, siempre quedan las ganas de tirar hacia delante de los que consiguieron sobrevivir, pero allí, salvo las infraestructuras que se fueron al carajo por obra y gracia del poder bolivariano, todo sigue igual.
Ayer el pueblo llano dio el primer paso para la reconstrucción, pero queda por ver… ¡cómo serán las riendas de una presidencia que debe actuar como gestor! de los reales decretos que se aprueben por mayoría en el Parlamento. ¡He ahí la cuestión!
Debemos entender en especial el gran capital, por cierto, ¡no estoy en ese pastel!, que ésta debe ser una lección para no olvidar, la corrupción y diferencias sociales fueron el gran detonante de esa explosión. Por ello es el momento perfecto para que aprendiendo del sufrimiento de los demás, que así ha sido, nuestros gobernantes empiecen a buscar las herramientas apropiadas para evitar esos grandes desequilibrios que pueden llegar a levantar a un pueblo en contra de ellos y de quienes gozan y abusan del estatus de intocables.
Es necesario que realicemos un examen de conciencia y repasar todos los hechos, que han llevado a unirse a millones de personas para luchar contra la injusticia, ¡de forma equivocada o no! que representa una sociedad diseñada para que aquellos que tienen capacidad de hacer grandes proyectos, lo hagan con el trabajo de los demás, ¡pagando como es lógico!, pero olvidándose que al fin y al cabo que en buena medida fue gracias a la mano de obra, sin ella, jamás habrían llegado hasta donde están. Las empresas guste o no, ¡son las personas! Y la capacidad de gestión.
El capitalismo es necesario, soy el primero que no entiende otras formas de pensar, pero debe existir un límite entre la moralidad y lo que no es, así de simple.
Un ejemplo práctico y en el que incurrimos casi todos. Cuando más se juega a la lotería, ¡salvo en Navidad!, es en el momento en el que los premios de las diferentes configuraciones de juegos son más altos. Yo les juro… ¡que no lo entiendo!
¿No será más adecuado que esos exagerados premios de 100 millones de euros se repartan en 20 premios de 5 millones de euros?, ¿para qué necesitamos tanta cantidad de dinero?, ¿no será mejor que haya 20 nuevas ricas a que solo lo sea una? Siempre que hago esa pregunta me contestan lo mismo, ¡para ayudar a los míos!, pero la realidad es que no es así, tanto no hace falta e incluso destroza familias enteras por no saber adaptarse a las nuevas circunstancias.
Es un tema que no viene al caso que nos ocupa si no fuera por el trasfondo que tiene claro está, puesto que la realidad es que aunque no se vaya a gastar jamás, ¡en teoría!, que hay algunos que lo liquidan de la misma forma que llegó, sentimos la terrible necesidad de ser muy ricos y en verdad no nos damos cuenta que para vivir de forma decente y sin agobios nos hace falta mucho menos de lo que queremos. ¡Así son las cosas!, un problema de educación general que nos lleva a un mundo en el que mañana las películas de ciencia ficción en las que separan a las personas con grandes muros, serán realidad, y no se olviden, que estar a uno u otro lado de la frontera, puede ser simplemente por un problema económico coyuntural. ¡Vaya tela!