Continuación de la primera parte del capítulo I
–A despertarme habéis venido con bellas melodías y canciones en tonos dulces, graves, finos bien sostenidos. ¿A qué debo tal honor?
El ruiseñor se colocó enfrente del pájaro que en castellano viejo se comunicaba. Agachó la cabeza en muestra de reconocimiento a la noble voz y alzó de nuevo su testa para orar y responder a su señor.
–Desde vuestro funeral fueron tantos los llantos de bellas mujeres, que Dios nos mandó cantar en vuestra tumba cada día del año al amanecer, para recordar al que fue el gran conquistador de corazones por su verbo, pluma y…, otros tiernos cariños que debajo están de los calzones. Hoy, unos siglos después de vuestro entierro, el Altísimo de nuevo nos ha enviado para del sueño eterno despertaros y cumplir una gran misión.
El blanco mirlo hacía arriba miró unos segundos, esperando la orden directa del supremo, pero no llegó.
–Si del terrenal misterio viene la orden, ¿por qué en pájaro blanco y anaranjado pico, resucitado me ha?
Se acercó entonces un amarillo canario y cantó a viva voz el misterio que no entendía el recientemente reencarnado.
–Larga fue vuestra vida en los gloriosos tiempos de oro. En ésta será algo breve pero intensa también, así lo quiere nuestro superior.
Viendo la duda en los ojos del mirlo, el jilguero se aproximó para seguir con las instrucciones que del cielo traían las plumíferas aves de Dios.
–Ángeles somos del paraíso que venido hemos para formalizar un compromiso. Aunque en otra vida no perdonasteis bella mujer que se acercara y eso… ¡no puede ser! El Creador viendo que a vuestra muerte no dejasteis rencor sino amor, decidió esperar el momento para que con vuestra ayuda obtuvierais la redención.
El plumífero Duque pensaba cada una de aquellas palabras que dulcemente le llegaban. Ahora entendía por qué en tierra había quedado y no ascendido a la vera de nuestro Dios. Y razón tenía, pues aunque su voluntad y formas siempre buena fue en terrenos de lidia y faldas, por el superior no estuvo autorizado, así que visto el resultado de la faena, razón le dio y señaló.
–¡Amar supe, pero dañar no!, pues no es de caballero hacer sufrir a una dama por problemas de corazón. Me costó darme cuenta y aprender las formas para no humillar a una enamorada mujer, siendo claro en todo parecer que su amor lo necesitaba, pero también, que solo suyo… ¡no podía ser!, pues como ave que ahora soy siempre fui, libre en la vida y durante un tiempo atado en la otra orilla. Ahora necesito de vuestras mercedes que me digáis cual es mi destino y misión en este aparente y diferente mundo en el que como novato vivo otra vez.
De pronto el silencio se hizo, ni siquiera el cantar de un gorrión se escuchó, hasta que el ruiseñor se colocó enfrente de la orquesta de aves y a una orden de él, comenzó a sonar una nueva melodía a viva y pía voz que decía.
–Los ángeles nos envían para que vuestra destreza en temas de amor, llene los corazones de quienes se quedaron sin su pareja o no supieron alcanzarla en esta vida, así pues, daréis consejo a quienes necesítenlo a cambio de vuestro perdón, pero siempre ha de ser encaminado a enamorar a una única mujer y dicho ya sea de paso, a recuperar el viejo estilo de cortejar con bellas rimas que conquisten el alma de quien lo escucha. ¡Así deberá ser!
Un giro insospechado para el eterno amante sin fin, un castigo desmesurado a un cuerpo embalsamado por el aroma que impregna la dulzura de la piel, el éxtasis y la melancolía. El pico naranja del resucitado pió con fuerza al amor que ahora no podría tener, pues sabedor del camino y la tortura de la redención, no obstante aún no lo tenía todo perdido, quizás con las mirlas las cosas no fueran tan mal. –Pensó él.
Una sorpresa inesperada le hizo ver la realidad, ni siquiera pájaro en mano habría de tener, así se lo hicieron saber las cantores aves al unísono y a pía vez.
–Don Ferrando, ¡perdón!, señor Duque del Altozano. Debéis tener en cuenta la cura de esa dura enfermedad que tanto os atañe, no cambies vuestros humanos hábitos por aves de paso, ¡por favor!, que el placer no es el mismo y sin embargo el castigo a la imprudencia es vuestra propia conciencia, así pues daos cuenta del breve paso que por estas reales tierras vais a tener y el origen de dicha transición, que de blanco mirlo os hará volver a ser lo que fue o simplemente, viendo el Altísimo que posibilidades no habrá de vuestra incorporación como un normal ser, os envié por el camino del ano, ¡ya sabéis a que me refiero!
El noble y humano pájaro, de pronto tembló transformándose su plumífero cuerpo en carne de gallina.
–¿Vive Dios que no tengo salida!, pero…, tan severo castigo y mi crucial redención tendrá su paraíso, ¡digo yo!, pues antes aunque dormido o…, lo que fuere al menos no había tentación y claro, ahora…, tendré que luchar por no darle un picotazo a una condesa, baronesa, duquesa o qué se yo. Aunque visto la complicación del asunto, mejor que calle que aquí manda Dios.
Las tres primeras aves en llegar y por orden de puntualidad, dejaron su sello a base de hermosas melodías grabadas en los sesos del antecesor de Don Juan, Casanova y otros cuantos más con una tierna canción.
Vuela y busca tu camino pajarillo,
pía canta y vuela…, ¡membrillo!
que ayudando serás capaz de recuperar
vuestro destino.
Enseña a amar a quien perdido
todo lo ha, incluso la razón,
que sintiendo amor…,
siempre te llevará en el corazón.
Recuerda esta dulce melodía
por la mañana tarde y todo el día,
no cortejes a mujer o ave,
que si cumplir no haces,
preparar tendréis vuestras maneras
para recibir al demonio por vuestra posaderas.
–¡Pardiez, rediez!, me…, ¡que esto no puede ser verdad!, tantos años al servicio del Señor y ahora por unos pocos devaneos me veo cubriendo el trasero por el peor de todos los cretinos, ¡el mismo demonio!, con lo que tiene que doler, ¡redios!, ¿tan mal portado me he? Visto que otras salidas no tengo, haré mi función, cual histórico ser que antes consejos daba, pero esta vez a base de esquivar la sartén, que el viejo dicho todo lo expresa y dice, ¡ave que vuela a la cazuela! y si blanca es, ¡tanto mejor! Nunca me puse las sandalias del desplumado, así que revoloteando voy a ver a mi primer aconsejado.
Visto que el del Altozano parecía haber entendido la importancia del tiempo que tendría de nuevo en la tierra que tanto amó, aunque quizás no fuere solo lo que sus botas pisaren sino otra devoción, el resto de los alados animales autorizaron su partida con unos píos, quieros y…, ¡cuidados tenga usted!, nada que se desplace por el aire, ponga huevos o tenga plumas y si no las tiene, ¡tampoco!
Despedido de todas ellas batió las alas para comprobar si cumplía con los controles de calidad, amén de verificar que viviendo un sueño no estaba. Visto que el nuevo traje de resurrección funcionaba, se alzó por el aire hasta el cielo gritando…
–¡Esto no está tan mal!. -Voló y se marchó en busca del que sería su primera recibidor de consejos de amor.