EL VIAJECITO DE IDA
5:30 horas de la madrugada del 23 de agosto. Suena el despertador, hoy toca partir dirección Torrox, en la Málaga de toda la vida, tierra de buena gente y excelente agricultura, paraíso de frutales y corazón de la fruta tropical por derecho de la Europa que conocemos algunos y que otros quieren que sea suya, ¡y no me extraña!, ¡qué vergel!, árboles de todos los colores y tipos nos encontraremos por el camino, flores del paraíso, aguacateros, mangos, papaya, bombones, ¡que árboles!, ¡mamma mía!, incluso… papá ya llegó y está mejor que cuando se marchó, ¡ya saben ustedes!, avatares de un lugar que muchos han visitado y que no conocen.
Pongo rumbo norte, Madrid es la primera parada del camino, un amigo me pide que por favor le lleve unas fotografías y cuadros para exponer en Marbella.
-Pero Manuel, que vamos a tope y encima con un Toledo de maletero corto, no sé si entrará lo que me pides, pero lo intentaremos. Por favor, que todo esté listo a las 14 horas, aún tengo que pasar por Majadahonda a recoger un compañero y luego por Alcorcón, cambiar las cosas de uno a otro coche y tirar pá lante con Nacho, que viene también y luego recoger el resto en la imprenta.
-No te preocupes, todo estará listo, es poco material, seguro que entrará todo.
Despiste por el camino y aparezco en Entrevías, ¡la madre que me parió!, pero si nunca he estado por estos lares, ¿cómo es posible que haya aparecido aquí?
Me indican que siga recto, que ya encontraré la salida muy cerca de la M-30 y así es. Pongo el GPS en marcha y voy en dirección María de Molina, 22. Conozco el sitio, pero después de aparecer en territorio apache prefiero ir seguro. El chisme que pierde la señal y me paso de frenada tres veces -¡Otra vez!, vaya tela, debería haberme acostado antes, así pasa. Teléfono en mano, parado para no volver a cometer otro error.
-¡Manuel!, en la dirección que me has dado no hay ná de ná, ¿pero dónde carajo está eso?
-¡Pero hombre!, que no es María de Molina, sino Avenida de América, 22.
-¿Cómo?, pero si la dirección me la enviaste tú. –Para el caso ya me daba igual, así que colgué, puse al Capitán Trueno en marcha, y a la ubicación especificada. Veo el punto exacto, detengo el vehículo encima de la acera, bajo del aparato y entro al local especializado en fotografía y otros menesteres.
-Buenos días. Vengo de parte de Manuel Montero a por unas fotos de unos cuadros, ¿me los pueden dar?
-Sí, pero aún nos faltan unos 45 minutos para terminar de enmarcar algunos.
-¡Hostias! Que llego tarde al otro lado y por supuesto al resto de la cola, tanto no puedo esperar, pero ¿cómo es posible? si me han dicho que todo estaría listo a las 14 horas.
-Son las 13:45, aún tiene tiempo.
Miro el reloj y efectivamente, aún perdido, dando vueltas y revueltas me había presentado con antelación, 15 minutos para ser exacto.
-¿Pueden decirme o enseñarme las medidas de lo que tengo que llevar? –Pregunté, algo me decía que habría sorpresa.
-Naturalmente, pase y vea.
Me abren la puerta de la zona expresa para empleados y veo que efectivamente estaban enmarcando un par de cuadros.
-Pero si solo son dos, ¿tanto van a tardar para esa minucia?, si lo desean puedo ayudarles y adelantamos tiempo.
-¡No, que va!, son todas esas fotografías que ve encima del resto de las mesas. –Me contesta el caballero, con toda la naturalidad del mundo.
Cuando me dijo eso no era consciente de la realidad, miré a todos los lados y había marcos y retratos para dar, tomar y regalar, menudo faenón.
-¿Cómo, pero esas también van enmarcadas? Pero, pero, pero si para llevar eso hace falta un tráiler, voy a llamar a Manuel por el zapatófono, francamente no me lo puedo creer.
-¿Pero no me dijiste que eran unas foticos de ná y que solo dos o tres irían en marcos? Te comenté que vamos tres en un coche de maletero corto, con 5 cajas de libros, 4 de vino con 12 botellas cada una de ellas, 6 roll-up, equipajes ¿y pretendes que meta todo ese material?, ¡venga ya!
-Es para la presentación en la feria de Antigüedades, lo necesita Altamira.
-¡No me lo puedo creer!, porque somos amigos de toda la vida, que si no me cuelo por el teléfono y te estrangulo en persona, ¡la madre que te parió!, llevaré lo que pueda, pero no te prometo nada, lo que entre va y el resto al porta equipajes del Capitán Trueno, que en este viaje se queda descansando.
En fin, ¡qué puedo decirles1, tan solo que al ver todo aquello me quedé estupefacto, de piedra, helado… pero al fin y al cabo había que echar un cable, para eso estamos los amigos, de manera que esperé el tiempo acordado, me dieron el material y me puse en marcha dirección norte de nuevo, en esta ocasión a por un gran actor, Don David Fernández de la Parra, con don que bien se lo merece.
Llegué a la primera, nos saludamos y en marcha a por el León de Alcorcón, que nos esperaba. Celular a manos libres.
-¡Nacho!, que llegamos con quince minutos de retraso.
-¡Perfecto!, estaba terminando de maquillarme.
Llegamos al punto acordado justo en el momento que estábamos aparcando, como auténticos profesionales de la hora exacta.
-Traigo sorpresa, me han colado unos cuantos cuadros y fotografías para llevar a Málaga, cosas de la vida. Parece ser que Manuel no puede venir, de manera que lo que no quepa, se va al armario de mi querido capitán.
El de la flor y el bicho que echa fuego por la boca se queda mirando, comprueba que todo es correcto, menea la cabeza de uno a otro lado, coge aire que expulsa de golpe, vuelve a observar los bultos, sitúa la vista al cielo, y…
-¡Cooño!, ¿todo eso?, pero si ocupan más que el coche, jajajaja, es una broma, ¿no?
Una vez analizada la situación nos pusimos manos a la obra, se nos estaba haciendo tarde y teníamos dos maravillosas personas esperándonos a mesa puesta en Torrox.
-Esto hay que cubicarlo correctamente, si no las fotos no llegan en condiciones. –Comenta David y tenía más razón que un santo, es que no entraba ná de ná, faltaba espacio, y encima no podíamos presionar por ser material delicado.
Encaja esto por allí, sitúa por allá, dale un empujoncito, ten cuidado que nos pasamos y nos cargamos los cuadros, no seas exagerado que no es para tanto, hostias que lo aplasté, ya te dije yo, y esas cosas que pasan cuando se intenta meter una sandía y unos bocadillos dentro de una lata de sardinas.
-Estos no caben así que no vienen con nosotros. –Dejamos el material que era imposible de llevar y nos pusimos en marcha, aún teníamos que pasar por Arganda del rey a coger los libros.
-Fernando lleva el coche, que sabes dónde está. –Hice caso al hombre de los mil y un sombreros y en marcha, que no teníamos todo el día. Por el camino telefonazo a la imprenta para indicarles que íbamos con 45 minutejos de retraso sobre la hora prevista.
Llegamos según lo establecido tras el aviso de la indisposición temporal, tan solo nos faltaba ubicar las cinco cajas de libros y los tres roll-up.
Si vuestras mercedes me lo permiten, pondré nombre al V.T.A. “Vehículo de Transporte Apretao” al que en esta ocasión y con el permiso de la autoridad del que ruge y viste melenas al cuello, por ello y como compañero de andanzas imposibles, quedará en mi corazón como Goliath, que bien se lo merece.
-Pero si esas cajas son del mismo tamaño que las de vino, ¡ay va la hostia!, ¿y hora qué? –Ignacio vuelve a mirar el maletero, busca un sitio, mueve trastos y… -Aquí al menos cabe una.
Pero hombre, que tienen que entrar todas, no vamos a dejar aquí el extracto de la vida de Encarna, que somos muy buenos amigos, pero con razón… ¡me mata! –Contesté
El caso es que los ingenieros de la ciencia de la ubicación nos pusimos en marcha y conseguimos que entrara todo, eso sí, con los roll-on cruzando cual viga de hormigón los asientos traseros del compañero del Capitán Trueno. David se presentó voluntario, ¡qué valor!, le encajamos como pudimos a empujones, ya saben ustedes, tráete una polea y tira por allí, ten cuidado con la mandíbula que se le desencaja, ¡ay!, que me he pasado con la fuerza y allí quedó más seguro que con los cinturones de seguridad, encajaito cual conductor de Fórmula 1, pero sin volante, casco, acelerador embrague y freno, ¡palabrita de mirlo!
-¿Puedes respirar? –Pregunta de obligado cumplimiento, no sea que el segundo copiloto tuviera problemas durante el viaje. La ilusión lo puede todo, es la auténtica realidad, así que cargados de vino, libros, chismes y sueños nos pusimos en marcha camino de un destino que se nos presentaba dorado.
Lo de siempre, un despiste y pátras , ¡me cachis en mí!, vaya día que llevo, nos vamos a tragar unos cuantos kilómetros de más, pero fueron pocos, quizá veinte, no como en el viaje a un pueblo de Valladolid, que fueron cerca de doscientos.
Todo iba a las cien maravillas, Goliath tiraba del carro en línea recta y en bajada como un bestia, pero claro, en las pendientes orientadas hacia el cielo, se cabreaba y lo digo en serio, íbamos más cargados que los marroquís camino de su tierra, pero con una diferencia, ellos utilizan la baca, carros y otros menesteres y nosotros los llevábamos todo dentro. A la altura de Manzanares, kilómetro 180 de la N-V, que me entra hambre, normal, comí a las 11:30 horas para llegar a tiempo, y ya eran las tantas, así que…
-Chicos, las tripas me están llamando la atención, ¿qué tal un bocata?
Ambos consintieron la propuesta y cuando me doy cuenta, me faltaba algo, un imprevisto como una catedral de grande, ¡la cartera!, me había dejado la cartera con el dinero en el coche y a la vista, junto a las gafas de cerca y el cargador del móvil, ¡vaya telón de fondo!, ¡hagan juego señores!, ¡hagan juego que no va más!
-¡La cartera!, ¡me la he dejado todo en el coche!, y lo peor es que a está a la vista. -Miré al cielo pidiendo clemencia o que me enviara un pájaro con toda la documentación, en realidad era lo que más me preocupaba, porque cuartos había pocos, pero… DNI, carnet de conducir, tarjeta sanitaria, las fotos de mis hijos, etc.
-¡Demos la vuelta! Respondió el León.
-¡Ni de coña!, que no estamos a treinta kilómetros sino a casi doscientos, si he sido capaz de entrar en Portugal en tiempos de aduanas con el DNI de mi hermano, no voy a echarme atrás por algo tan simple como eso. –Respondí a mis compañeros
De manera que a Dios rogando para que no rompieran la ventanilla del Capitán para robar las enseñas que me indentifican, paramos a tomar un café y seguimos los caminos que nos llevarían a tierras malagueñas.
Siete horas duró el viaje, y no era para menos que el que iba atrás merecía unos buenos descansos, una vez David, y otra la pluma que narra la historia como fue.
Al fin llegamos y nos encontramos a Altamira y Dolors, nos habían preparado la cena, así que después de besos, abrazos, hola que tal, cuánto tiempo, como te va, vaya tela, menudo viajecito, etc, cenamos y nos fuimos a tomar una copa de celebración a un garito al lado de la playa, donde estuvimos un buen rato y en el que por cierto y todo hay que decirlo, me quedé dormido en la silla mientras los demás se lo pasaban en grande y es que los nervios de los días previos, pasaron la factura en forma de Do sostenida con toques de Re mayor y alguna que otra corchea, fusa y semifusa.
Continuará en esta misma semana.
Se me ha caído un mito, Don Fernando. ¿Se durmió en una silla? ¡Qué no se diga! Muy buena crónica de viaje. Esperando por el resto…
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Jajajaja, tres días a base de 3 o cuatro horas durmiendo son suficiente, en especial si detrás hay unos vinitos y una copita, jajajajaja.
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jajaja ¡vaya siesta nocturna te pegaste! Lo pasé genial. Grandes compañeros de aventuras…Gracias, gracias y gracias
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Las gracias a vuestra merced, que sin tí no habría sido igual. Gracias.
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Jaja. Como en todas las aventuras de la vida, hubo de todo… sorpresas, alegrías, pequeños desencuentros, grandes compañers@s, magníficas personas… mucho, muuuuucho trabajo (esa técnica del cutter, esos transeúntes asaltados de improviso… jajaja)… y, sobre todo, una gran pasión en todas las cosas que hicimos.
Teníamos un objetivo compartido y guerreamos a tope por conseguirlo, remangándonos todo lo necesario, no cayéndosenos ningún anillo… a nadie…
¡Todos a una!, como en Fuenteovejuna.
Un abrazo desde el altozano 🙂
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