Ciudad Real, 14:30 horas de un viernes de marzo con un frío que corta el aliento, voy buscando un sitio en el que darle algo de alimento a este cuerpo serrano. Al lado del hotel veo un rótulo que reza EL QUIJOTE con diseños modernistas del hidalgo viajero. Desde la calle se distingue el interior de un local claro y cálido.
Entro y pido un tinto de la tierra, costumbre sana que durante todos los viajes practico con ganas y gracias a la cual descubierto he en muchas ocasiones caldos sorprendentes, tal y como me ha vuelto a ocurrir en esta ocasión. Tempranillo, syrah y merlot tienen la culpa, una mezcla de uvas que no es fácil, no, pero con la que de vez en cuando te llevas una grata sorpresa, tal y como me ocurrió. Harto de saborear maderas en el interior del vino, ahora prefiero las añadas, que cuando el contenido es bueno, el sabor de la fruta que da la vid, bien que se disfruta.
Espero a que me atiendan, no sé si es costumbre en la zona el tapeo, aunque me habían dicho que sí, pero…, por costumbre y educación siempre aguardo a que me den la sorpresa y la hubo, ¡vaya que sí!
-Aquí tiene su tapa caballero. –Comentó el camarero que tan atentamente me había servido el tinto, jugo de la vida con el que acertó, y de nuevo lo hizo.
Algo en gabardina acompañado de una muestra de ensalada agridulce o si lo prefieren vinagreta en fina juliana. Corto un trozo del aperitivo y cruje, ¡buena señal!, ahora queda lo más complejo, que el interior no se les haya pasado. Me llevo un trozo a la boca y ¡voilé!, la masa para el rebozado a base de tempura, pruebo el pescado, ¡rediez, si es bacalao y en su justo punto! ¡chapó!
Se preguntarán el motivo de esta nota, es muy simple de explicar, la tempura necesita bastante tiempo de aceite hirviendo para que quede en su punto, ese tiempo es vital, puesto que si te pasas el contenido se queda más seco que la mojama de atún, por lo tanto quien sabe darle el toque a esa masa de harina para que se quede en su punto y además sea capaz de que el interior quede como debe estar el pescado, es que sabe de alta cocina, ¡se lo digo yo!
Acabo la tapa y me quedan ganas para otro caldo de Baco y la compañía de la próxima sorpresa. Sirven el líquido elemento y espero de nuevo. Mientras tanto voy jugando con la imaginación, ¿qué será el próximo encanto?
Sorbo va, el otro también y viene un plato grande, como si fuera el casco de Don Quijote pero al revés, en el interior hay un huevo frito. Lo dejan en la barra, cojo los cubiertos y cuando voy a darle un tiento a base de pan veo que hay algo entre colorado y marrón que bordea a un lado, apenas se aprecia. Levanto un poco de la clara y veo el gran secreto, ¡pisto manchego!, ¡vaya tela!, ya es complejo que en el mismo establecimiento te pongan dos tapas de calidad, pues créanme, no solo estaban riquísimas sino que además el trato al cliente es excelente, así que ni corto ni perezoso pregunto por el propietario y resulta ser ella, Paz se llama y que paz transmite, no solo su persona sino por la calidad de lo que allí te dan, amor en formas de viandas y caldos maravillosos de los que no había oído hablar.
¡CHAPÓ a EL QUIJOTE!, ¡CHAPÓ a Paz! y por supuesto y que no falte, que bien lo merecen, ¡CHAPÓ a quienes con tanto cariño y profesionalidad me atendieron!
Por si lo desean y yo, con todo el amor lo recomiendo:
EL QUIJOTE, en la C/ Paloma, 2 de CIUDAD REAL, en el centro.
Pues mira que no me gusta el vino y me apetece darle un tiento! Y con esas tapas… ¡qué hambre a estas horas!
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Sabed que ese tinto es para boca de todo/as, pues el sabor que os deja es afrutado, el de las uvas que tan buen sabor le han dado.
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Es que nuestras tapas manchegas y nuestros vinos…
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Además que sí y ese sitio me encantó por cómo me atendieron, sus viandas y por supuesto, ¡qué caldos!
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