Y así lo titularía Quevedo, “Érase un pueblo a la historia anclada”. No es para menos. Hoy buscando los flecos que enlazan una historia para novelar las crónicas de unos sucesos reales, aparecí por una villa con un amigo, compañero e investigador de cuyo nombre no puedo hablar, para rastrear esos pequeños matices que a veces dan con el punto y aparte de una buena novela histórica.
Y me llevé la sorpresa, no por el arte sacro que lo hay para dar, tomar y regalar, sino por
su plaza y los lares típicos donde uno se puede abastecer de un buen rato en compañía de los vecinos tomando unos chatos de vino o simplemente yendo a la compra.
Creo que las fotos no dejan lugar a dudas de lo que digo y es que paseando por esa plaza unas veces parece que estás a principios del siglo XX y otras en pleno siglo XVI.
Les sugiero y recomiendo que visiten Yepes, en la provincia de Toledo, muy cerca de Aranjuez y disfruten de esa tienda de ultramarinos a la usanza de los recuerdos que te desplazan a la niñez, o la “casi catedral por dos columnas” como dicen los lugareños, amen de un entorno en el
que Juan de Yepes, o San Juan de la Cruz y Santa Teresa de Jesús tienen mucho que ver.
De manera que ya saben, a tiro de piedra de Madrid o Toledo, y a tirachinas de Ávila, Segovia, Guadalajara o Cuenca, incluso si es bueno, de Barcelona o Coruña.