«En la senda»

Camino de alguna parte, quizá buscando la brisa dentro de esta extraña calma que llene los pulmones de los paños de esta barca. En medio de la soledad, las tinieblas se prestan tan oscuras como la espera, parece el final. El celeste cielo se cubre de nubarrones de codicia, el sol no puede atravesar las alfombras de esa vanidad insaciable que engulle las primeras flores de primavera.

Es la senda, la alfombra impuesta por los caprichos del destino y por las alforjas de canallas al viento de sus brasas.

Carteras llenas de ansiedad, vacías de sustentos, plagadas de desilusión y desamparo, de quien un día confió en cambiar las velas para cruzar los mares al viento de la popa dando órdenes, y llegar a un nuevo horizonte donde impere la libertad, y la conciencia, sean los mil amores.

En España hoy, el aire solo ayuda, ahora es necesario remar, y si fuere preciso, soplar al pairo del palo mayor y empujar hacia el futuro hasta quedarnos sin aliento.

Es necesario arrimar el hombro y volver a encallar las manos para que esta nación, grande histórica y gloriosa, vuelva a recomponerse de los daños infligidos por el hedor de este poder al que solo valen los reales de a oro, y nada quieren saber de la oportunidad que un día se les brindó, poniéndoles al frente de la armada.

Es necesaria una nueva singladura con oficiales de Ley y viejos marineros al mando de la mejor marina e infantería jamás conocida, la sangre española.

Un país pequeño en superficie, y sin embargo, un territorio capaz de albergar el espíritu de los ganadores en cientos y miles de batallas, soldados acostumbrados siempre a la victoria.

Un conjunto de humanos que aman la vida y saben vivirla como nadie, pero que cuando no hay más remedio, es capaz de ponerse al servicio del corazón del futuro, por el bien de sus hijos, nietos, amigos y vecinos, hasta perderla por el camino.

Un pueblo que no tiene precio, pero por avatares de las circunstancias, va a sufrir de nuevo el hambre y las fatalidades de la traición de los corsarios que llevan las naves.

Tantas veces y no aprendemos, quizá sea porque de vez en cuando, debamos rememorar hasta qué punto somos capaces de volver a nacer, y reencontrar el sendero perdido, nuestros valores…, y dignidad.

Para escuchar en «Cita a las 3 con Rafa Vega» pincha en RadioInter

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