Casi estamos tocando el día de los enamorados donde la sexualidad es cómplice y firma, para los heridos en el corazón por San Valentín. Las parejas con contrario de toda la vida, buscan remedio a la falta de revolcón, pero recién estrenados y con ganas por volver a saborear la vid de la gloria, volando cual chispas en la memoria, desean acatar el veneno de la punta del flechazo a base de puntazo, y dale que te doy, al remanso y goce entre sábanas de seda, o paja desaliñada, igual da, cuando del éter universal se trata.
Estamos en tiempo de pandemia y ausencia del credo, «que te voy a dar una que te vas a enterar», ¡digo yo! Las ganas van por un lado, y por el otro, el fallo de la realidad, pero en estos casos sirve la caridad para quienes desean regalar los gritos del alborozo, ya sea en casa, hotel, ascensor, o cajero automático del Santander, que cuando aprieta el deseo, cualquier sitio es bueno para soltar la furia de los pecados.
Para quienes quieren y no se atreven, siempre hay soluciones, he aquí una curiosa invención. Las mascarillas de San Valentón, así se llaman. Vamos, a explicar el curioso invento de un no sé quién, buscador de soluciones. Para problemas…, ya están los que vendrán.
La mascarilla de San Valentón lleva un orificio con ventanilla. Se abre y cierra a voluntad del usuario. En sus laterales hay dos recipientes reutilizables con hidroalcohol al 70%, aunque se pueden comprar sin contenido, y rellenar con por ejemplo de anís seco Especial de Chichón de 74º. Una vez puesto el tapabocas, podrá darle un dulce, lánguido y amoroso beso a su pareja. El impulso y movimiento de los labios, ejerce la presión sobre los depósitos soltando el abrasador líquido del amor entre lingotazo, y dale que te doy a la pasión. Si la muestra de amor es larga en exceso, tendrá que recargar los acumuladores, pero tenga cuidado, calcule peso, resistencia y costumbre, o se pueden quedar sin el sabor, de los golpes de timón.
Si el menester es sexo oral, no se preocupe, escuece un poco, pero todo es acostumbrarse, al principio duele, pero al final, toda la vida recordará aquel momento de san Valentón con año, hora y minutos, donde no pudo refrenar las ganas de recibir los labios y vericuetos del placer sin poder frenar la presión.
Si el asunto fuere mirando a Cuenca, disponemos de unas brochas especiales de pelo suave o de elefante, según gusto y criterio, para untarla y dar los brochazos necesarios al orificio de entrada y salida a base del líquido inflamador de amor. Si el recibidor del asunto salta, no se preocupe, es normal, aproveche la caída y calcule para, para, para, bueno ya sabe usted.
Como todo avanza según la temperatura, creyendo que bichos no quedan en el aliento, no se olvide que pueden aparecer, de manera que la mascarilla siempre ha de estar llena del calor de los infiernos, eso sí, puede suavizarla con unas gotas de arándanos, canela, vainilla o de ¡ay, ay, ay, ya, yay!, canta y no llores, por que cantando se alegran cielito lindo…, los dos «parejones».
Para escuchar en «Cita a las 3 con Rafa Vega» pincha en RadioInter
Me gas hecho reír, Fernando, y veo que sigues ejercitando con finura y maestría el hecho de que cualquier tema te es útil para desarrollar una cascada de oportunas consideraciones.
Un abrazo.
Me gustaLe gusta a 1 persona
Tengo que decir, que hace tiempo no me reía tanto y leído una sátira sobre el sexo tan armoniosa, graciosa , sutil y real como la vida misma. ADEMÁS original. Enhorabuena señor Cotta está usted sembrado.
Me gustaLe gusta a 1 persona
Por favor, doña Shiva, qué ilusión me hace veros por estos lares dejando muestra de vuestro encanto. La vida es tal cual parece a veces y otras no es y el sexo la dicha de quienes lo practican. En estos tiempos, pocos, muy pocos pican de tan suculentos manjares, de manera que a reír, al menos así, los por mayores son menores y nosotros simulando el bien vivir. ¡Un enorme y fuerte abrazo!
Me gustaMe gusta