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Algunas frases propias

Las emociones son como el alcohol, embriagan de tal forma, que a veces te impiden ver y sostener la libertad.

La sabiduría es la savia de los años. Empieza a dar jugo desde que naces y se mantiene viva en otros con la muerte. Es nuestro alma.

Los que manipulan la historia conscientemente, atentan contra los derechos y los principios de la humanidad.

Obsérvate muy a menudo en el espejo. Si sabes mirar y observar en el interior de tus propios ojos, te verás a ti mismo.

Si defiendes los Derechos Humanos siguiendo los criterios de los partidos políticos, nunca serás libre para decidir, otros lo harán por ti.

El que alude a los Derechos Humanos para protegerse y no lucha por el de los demás, no es digno de ellos.

Cuando «todas las mujeres» tomen conciencia de su valor y luchen por la igualdad, ¡pero todas!, descubriremos la humanidad

Es paradójico que todas las que tienen esa igualdad, no se revuelvan contra aquellos que la eliminan en oriente.

Hoy me inspira el sol de este amanecer teñido de rojo pasión, ¿quien puede soportar sin sucumbir a su corazón?

¡Hacedlo con pasión!, os lo ruego, así al menos volaré, disfrutando y sintiendo el dulce tacto y aroma de tu boca, mientras llego al cielo.

Son tus ojos los que añoro, el carmín de tus labios que tanto anhelo los que me aturden de tanto deseo. Vuelve a mi, al corazón que tanto amor te dio, y dime…, dime algo, ¡por Dios!, ¿no os días cuenta que de amor muero?.

Al son del baile de las hojas mientras se deslizan en el aire cayendo suave y dulcemente entre las manos de Eolo, contemplo la estación de la melancolía aleteando cual miles de coloridas mariposas , se van despidiendo de la primavera y verano, para languidecer en invierno.

Los días que amanecen soleados, solo se quiebran por voluntad ajena.

A veces duele decir tanto la verdad como al que la escucha.

La envidia nacida del amor y del odio es el centro de su fuerza y libera la peor de todas las energías, el mal de ojo.

El primer eslabón de la sabiduría, es reconocer el origen de tus propios errores para cambiar el rumbo de tu propio destino.

Hay programas de humor con los que al principio sonríes, pero cuando te has dado cuenta del fondo, ¡deprimen!

 

 

La Venganza del Altozano – Capítulo II

Capítulo II

Andaba Don Ferrando tomándose un tinto de Valdemoro en una de las tabernas de la C/ Mayor, solo, consigo mismo y sentado en la mesa, que por derecho de consejos y otros cortejos, había ganado a base de lengua, pluma y espada, cuando un fraile de negra sotana, de aquellos que te abren la puerta del paraíso, ese tan bien vendido, pero que nadie tenía prisa por visitar, se le acercó y sin decir nada, sentó sus reales posaderas en la otra butaca, aquella que estaba tan solicitada para negocios de muchas calañas, la que tercie, siempre y cuando la ganancia le permitiera seguir con su vida malsana.

— Decidme fraile, ¿a qué se debe la compañía de la Santa Inquisición?, o ¿hay algún motivo por el que deba ser juzgado y enviado al paredón?

— No es el motivo de mi visita Don Ferrando, hoy me traen otros quehaceres, entre ellos darle las gracias, puesto que hemos comprobado que nos ha enviado a otro que el perdón de Dios solicita, a base de flagelarse en el convento de San Francisco el Grande.

— ¿A quien os referís?, pues no creo conocer persona que en la vida tanto haya pecado para luego convertirse y a hostias redimirse. 

— Vuestro es el amigo al que con amor hemos recibido, mas intentamos que no apremie con tanta severidad el castigo, puesto que si así sigue, será él su propio verdugo, el que finalice sus penas por el exceso de devoción a nuestro Santo, sin que tal vez sea para tanto. Don Enrique lleva por nombre, antiguo colega de andanzas por tierras de Calvino y Lutero.

— ¿Don Enrique?, ¡pardiez!, que no es para tanto, un lío de faldas no será la causa del dolor que le aflige, otro será el motivo, y este lo desconozco, por lo tanto no puedo ayudaros en la búsqueda de tan cruel falta, puesto que las que yo conozco lo son, pero nada para fustigarse hasta perder la razón.

— Seguid así, necesitamos mas fieles con esa pasión, que nos ayuden a rezar y aclamar a Dios, para que con su bondad perdone a los personajes que se buscan la vida con la fusta o con la espada, con la pluma o con la lengua, que tanto daño hace a esta España, siempre en guerra y en el nombre del Señor.

Así sin más, de la misma forma que llegó y ocupó el lugar santo para unos, e infierno para otros, se levantó sin despedirse, rompiendo la costumbre del tabernero, que bien decía, aquí y siempre, hola y adiós.

Ahí quedó cabizbajo nuestro héroe, llevando su propia cruzada, siendo como era, amigo de sus amigos y ahora culpable por una mujer despiadada que dejó sin fuerzas al aprendiz de Tenorio. Aquella losa que ahora en la espalda cargaba, era demasiado pesada. ¿Por qué su amigo habría tomado una decisión de tanto sufrimiento, sabiendo que la mejor tesitura siempre ha sido un escarmiento?.

En estas llegó otro antiguo camarada y actual socio en alguna que otra justa de paga bien remunerada.

— Don Ferrando, ¡por Dios!, ¡vaya cara! ¿en que puedo seros útil para borrar de una vez esa profunda cicatriz que tanto os atañe, y no os deja disfrutar de la bolsa que tanto amañe nos ha costado, sin caer ni heridos ni apuñalados?

— Un profundo malestar remuerde mi conciencia Don Julián, no hay nada mas duro que fallar a un amigo dejándole morir como un animal.

— ¡Vive Dios que es imposible de vuestras manos!, os conozco en las buenas y en las maduras, en las bravas y en las putas, por crudas que se tercien las cosas, jamás dejáis a un colega, menos aún a un amigo, pongo la mano en el fuego y firmo como testigo.

— Si os dijera que es cosa de mi ciencia, de los consejos que a veces me piden y doy con sumo placer y paciencia, pues nadie es mas agradecido que aquel que conoce el hambre y de pronto le das todo aquello de lo que ha carecido, permitiéndote ver el cambio de su semblanza, a medida que llena la panza.

— Vuestras enseñanzas en terreno de mozas son bienvenidas aquí y después en las chozas. Siguiendo esa sabiduría que con tanto celo dais, no hay mujer que se resista, salvo que el problema sea de vista.

— Hoy he escrito unos versos, que quizás os gusten, no se me ocurre otra cosa, que un réquiem a la vida.

Siendo joven amé. ¡Si!, amé la vida,

la fuerza de mi juventud no me permitía

ver más allá del amor que sentía.

Avancé en años y en sapiencia,

aprendiendo a base de hostias

gracias a la cultura y a la ciencia.

En Cristo siempre creí,

por su valor, por su entrega y por sus cojones,

¿quien mejor que aquel que los pone en los fogones,

para protegernos, perdonarnos sin pedir un puñetero maravedí?

Y aún hay descreídos, cretinos todos ellos, ¡idólatras de su propia egolatría!,

que anteponen sus propios criterios

a la bondad y armonía de los cementerios

robando, asesinando y mancillando al que creó su rebeldía.

Mas os juro que de estudiar no he parado, esperando entender

toda la fe, la mía y la de  los paganos,

la de aquellos que no creen, ni dejan creer.

Propietarios de la verdad,

asiduos de la mentira y la vanidad,

¡dejad a los demás que vean su realidad!

Chorizos, mangantes, cuatreros, sinvergüenzas, ¿que mas podéis robar?

¿No tenéis suficiente con la esperanza,

y la miseria que cubrís con vuestra puñetera panza?

Un altar, un cuchillo y el chilán, esta vez si estará justificado que os hagan rodar.

Y es que me duele el alma,

porque quiero seguir amando,

la vida como antaño, que no se vaya volando,

que siga dulce, amable, cariñosa y en calma.

— ¡Rediós! el religioso os ha ganado por la mano. Os faltan unos tintos, unas justas y se os pasa el problema volando, aquí esquiva y con la otra dando, a mamporros o leñazos y si se tercia, a besos, abrazos y arañazos de alguna joven doncella, que os eclipse el corazón eliminando vuestras penas con dos buenas razones, durante un par de días el dolor se irá de vuestros calzones.

— Vamos que no es para tanto. Es la sotana del fraile que trae las noticias según le baile, ya veréis como en un rato, todo queda por ser un problema del aparato.

— ¡Jajajaja!, ya me parecía a mi, no era posible que vuestra gallardía y entereza quedaran tan mal por el verbo de un traidor a Dios, vestido de sotana que siguiendo sus costumbres, tortura por la tarde o por la mañana, con la misma frialdad que nosotros nos deshacemos de los protestantes, zanjando cuestiones a espada por delante.

Poco a poco, el vino se llevaba los remordimientos, empezando el día como debe ser para tal jerarquía, que de tantos muertos y guerras vividas, no les quedaba otra ilusión que recibir la muerte de un brazo certero, de esos que con un solo toque caes de una pieza y entero sin saber qué ha pasado, si es el vino o verdes te las han segado.

En estas apareció otro no esperado, pero bien recibido, puesto que en muchas y enumeradas ocasiones, habían llenado el cinturón de los pantalones, debido a la gracia del carnicero, que cuando venían malos los tiempos de la bolsa, siempre tenía en cuenta a los soldados de los tercios, dándoles algo qué llevar a la boca, aunque fuere sin dinero.

— ¡Don Francisco!, qué alegría el que nos faltaba para acabar en alguna almadraba y en buena compañía.

— Señores, agradecido me siento por su bienvenida, pero no es momento para caer en otro cerco, ni aun siendo en una sociedad como esta, sería la excusa perfecta de mi María, no está el horno para bollos, si me trinca, aún puedo pasar más hambre que vuestras mercedes en Flandes.

— ¿Qué os ha ocurrido para venir tan inapetente de gloria, Don Francisco ¿es la memoria?, ¡por Dios, vaya día!.

— En absoluto Don Ferrando, son los ardores que causan los amores que no son correspondidos. Mi esposa está de uñas, pues se dice por ahí que en buena compañía me deje unos buenos maravedís, y no es así, de tal forma que alegando el destrozo, no me deja tocarla ni acercarme, imagínese el resto.

— Eso se arregla con buenas palabras y en armonía, no hay mujer que permanezca insensible a unos versos, menos si viene de alguien como usted, tan apuesto.

— Para poemas estoy yo, sin dormir llevo una semana esperando que mi compañera me de la ración correspondiente, y me la da, créame que me la sirve, con uñas y dientes.

— ¿Si tenéis asegurada la cena, qué más podéis pedir?, ¿no es suficientemente amena?.

— Veréis mi fiel amigo, creo que no me he explicado correctamente y por eso no me habéis entendido, la ensalada no es de verduras o de frutas, ¡es de hostias!.

— Ahora sí, aún así sigo pensando que con unos verbos, pero escritos, para impedir que os sacudan mientras los recitáis, y mas tarde le de tiempo a releerlos, vuestra esperanza aumentará, y ella tornará ese odio que tanto daño le hace, por la pasión que necesitáis.

— ¿Vuestra merced cree que funcionará?

— Es de esperar, no obstante qué tenéis que perder?.

— Razón tenéis, pero como no sea de vuestra pluma, que de estos menesteres ando corto y manco, escribir no es mi punto fuerte.

— No os preocupéis, dadme unos minutos y os lleváis la prosa, pero recordad que es vital que la entreguéis con esta flor tan colorida, que nada tiene que ver con una rosa, pero bien sostenida, vuestra amada no podrá hacer absolutamente nada.

Mientras los demás compañeros en vinos y risas se inundaban, Don Ferrando escribía como él sabía, tocando siempre el cariño, el esmero y lo mejor de la lozanía.

— Aquí tenéis, dejadlo en su almohada cuando os marchéis, pero siempre en compañía de esta bella planta, recordadlo bien, pues de ello depende que esta noche tengáis suerte o en la calle os encontréis de repente. Leedla antes, debéis ser consciente y que el exceso de amor no os lleve a la muerte, no quiero ser yo el culpable, puesto que suficiente tengo con la carga de otros muertos y los enterrados en vida.

¡Guapaaaaaaaa!!!!:

Hermosa, firme y de amor llena. Además simpática, pero cuando quieres, ¡que lo da la tierra!.

Y ahora en esta semana, quisiera verte por la noche y por la mañana,  con repiques de campana, demostrarte con pasión que el que escribe, es la mejor solución.

Con tu adorable y grata compañía, seguro que las tardes se hacen cortas,  las noches largas y las mañanas, ¡Ay las mañanas!….

Cuando sonríes dulzura tu mirada lleva impresa, cual anthurium de roja hoja, tierna y dulce, suave y rosa, que a vos os gusta e interesa.

Y del tallo amarillo, ¿que hacemos?, ¡pardiez!, si no conocéis semejante flor, mirad en muestra almohada, y decidme qué he de hacer para ir de visita y volverte a conocer.

¡Vaya toalla!, selectiva, sincera y esplendorosa, cuan duro me ponéis el gualda destino, que así…,  así no puedo seguir tratando a mi sino.

No obstante para cuidar las formas y que vuestra merced no se espante, a partir de ahora…, yo iré por delante, andando con paso firme y con esmero, mientras vos, mi dulce doncella, disfrutáis del bello balanceo de este ternero, pues al menos así no tendré que ver vuestro garbo y luchar contra el diablo para que deje de tentarme.   

Pero también os digo…, que yo sí me dejo, pues lo contrario, sería descortés y para un mal hablado…, un pendejo.

Y con esto me despido, del sueño de un amor herido que de vuestro tesón sabe, pues viéndote cada día mas morena y celosa, ¡me duele, me duele mucho la cosa!

Bien seguro estando, que después de esta os estaréis carcajeando, me despido de vuestra merced, esperando que tanto dolor se me pase, pero no con el tiempo…, que sea rozando.

¡Madre del Amor Hermoso!, si le entrego esto vuelve a hacerme su esposo o acabo en el foso.

— De eso se trata, si no dais en el clavo, seguro que no volvéis a sufrir, simplemente…, os mata.

— Pensaba que la muerte me llegaría de otra suerte, con los menesteres de la pasión y del amor, y no con el estoque de un cuchillo o una espada.

— Id tranquilo, pues mañana disfrutaréis de la vuelta al ruedo, feliz de la azaña de la importancia de un buen credo.

— Creo que tenéis razón en cuanto a los honores, espero no sea yo el que ruede tirado por los caballos.

— No seáis pájaro de mal agüero, que sois todo un torero.

— Eso espero, mañana sabremos quien ha pasado por la guadaña, el toro o el de la muleta,  todo por la meta.

Así, sin más nuestro amigó se despidió, rogando a Dios que intercediera como quisiera, pero que no le faltara el amor de su vida, sin él habría perdido la partida.

— ¿Vuestra merced está seguro del contenido de esa carta?, porque un fiel servidor cree que a nuestro carnicero le van a degollar pero…, con mucho  esmero.

— Mi ciencia hasta ahora no ha fallado, esas letras que salen de mi pluma y mano, llevan el mensaje escrito a conciencia y a su subconsciencia,  ese que distrae a una dama desde la tarde a la mañana sumida en sus ilusiones, perdida en el paraíso de la ficción de su propia imaginación, pensando en el contenido y el peso de dos buenas razones.

— Visto de esa manera, me atrevo a asegurar que el éxito de nuestro afamado carnicero, será conocido en el mundo entero, pues bien se sabe que su María los tiene bien puestos. Si sale bien el asunto, nos llevaremos un disgusto, pues no quedará de él ni para hacer un llavero. Si por contrario sale mal, al menos nos quedará el consuelo de haberle perdido en la lucha con tanto esmero.

— ¡Pardiez que sois positivo!, según vuestra manera de ver es mejor que las ensaladas sigan siendo de hostias a raudales, porque si triunfa le van a dejar sin manantiales. Sabed que el fracaso sería su muerte en vida,  que siendo como es, mejor que se vaya con un sonrisa que sin prisa.

— Sois propietario de la razón en cada momento, pero por vuestro bien espero, que si vence en los lances y desaparece con la mirada sonriente y extraviada, que luego no vengan arrepentimientos, que no os dejan dormir por tantos tormentos.

— Ya los tengo y no duermo, ¿qué más da sumar, que sea suficientemente digno como para que un amigo se vaya al otro lado tumbado, de costado, en cuclillas y empujando con pasión hasta reventar el corazón?

— Ya quisiera para mi ese castigo, si funciona os pediré el testigo.

Así pasaron la tarde hasta finalizar la noche, cantando al vino y al amor, soñando con el éxito de aquellas duras justas que antaño habían mantenido, en tierra seca o mojada, allá en su añoranza y siendo sabedores que en su vida, les faltaba la esperanza de volver con ventura, de cualquier de aquellas crueles guerras, que en el nombre del rey y de España, seguirían donde fuere hasta encontrar la suerte de enfrentarse a la misma muerte, con destreza y cojones o entre vinos y fogones, esperando que el destino les diera un dulce final.

Saliendo ya de la taberna, ambos, escorando de babor a estribor, intentando mantener la posición en mitad de la galerna, tanteando el suelo con las manos y por igual con las piernas, aguantando estoicamente aquella batalla que con Baco habían librado, sujetando los vasos cual espada a punto de dar la final estocada, cayeron al piso, y en aquella lucha en desigual enlace, allí mismo tiraron la toalla, rindiéndose al deshonor por haber perdido las agallas.

— Don Julián, ¡hip!, no hay guerra que el dios del vino pierda, fijáis como andamos, ¡hechos una puñetera mierda!

— ¡Hippp!, no habléis tanto, mantened las fuerzas, que aún nos queda llegar a la paz del descanso en el catre.

Y así de lado a lado de la calle, aguantando la tormenta y el chaparrón, se despidieron.

— ¡Hip!, vaya usted con Dios.

— ¡Vuestra merced primero!, que es un caballero, ¡hip!

La Venganza del Altozano I

La venganza del altozano

Don Ferrando, hidalgo apuesto y rudo, es antecesor de Don Juan Tenorio, y por sus periplos en tierras de Países Bajos, Florencia, Génova, Venecia, Sicilia, y Saboya, de Casanova. Hoy a sus treinta y cinco años harto de picar, suele visitar en la calle Tudescos un lugar por soldados bien conocido, el famoso Mesón de la Tinaja donde suele ir de rondas con sus amigos y viejos camaradas . Estos en ocasiones le solicitan consulta, y muy en especial, si hay faldas complejas que lidiar, pues hablan las malas lenguas, o las buenas, según tercie el interés, que no hay moza en España, que pudiere resistir sus encantos, no por guapo, sino por su lengua y pluma que le hacen atractivo con y sin motivo.

Hombre enjuto, rápido de movimientos y muy bien encorsetado, hecho en mas de mil crueles batallas, de espadas, guerras y muchas posadas, según se dice, posee en el fondo un buen corazón…, pero muy en el fondo.

Don Enrique, alma permanentemente en pena y fiel compañero y amigo de Don Ferrando pide consejo, a ver si puede, de alguna vez empezar un buen cortejo. Y así  transcurre y discurre la conversación y la historia:

— Y dime mi buen amigo. ¿Qué osa molestarte que tan preocupado os veo? Pues sabed que no por callado es necesario ser tonto, y que un buen oído vale mas que un riñón.

— No es menester juzgar ni el contenido ni el contencioso, que para líos, ya no está mi cuerpo, aunque puestos…, hasta el catre.

— ¿Catre?, ¿y esa es la raíz del problema?

— No mi querido amigo, el catre no es la cuestión, es el corazón, que no me cabe en el calzón, y es necesario indicar…, que está a dos tientos de sufrir una grave irritación.

— !Pardiéz que el problema torna grave!, pero hay fácil solución.

— !Fácil!, lo que se dice fácil, lo será para vos, que sois hombre de buenas palabras, verso y prosa remunerada.

— Pero D. Enrique, que de poeta, poeta, solo al comienzo, y siendo cuestión de bragueta, que una vez entrado en discurso, prefiero la prosa, pues con algunas groserías, se pone mucho mas hermosa. Sabed que el catre no es matemática, pero si ciencia y que a vuestra merced con un pequeño curso, no os faltará ni cita, ni audiencia.

— Buen humor nunca os falta D. Ferrando, y en especial con carne ajena, pero cuente, cuente y póngame al día con ese curso, que me pierdo la cena.

— Unos pequeños consejos, y luego un periodo de entrenamiento, que ahí está el sustento. Debe empezar por olvidar la vergüenza, andar erguido y parecer sin serlo…, un sinvergüenza. Esto no es tarea de diez minutos, pero empecemos.

— Supongo que nos llevará un buen tiempo, a ver si con tanta formación en breve cae un batallón.

— Pronto y bien empieza D. Enrique, que en la caza mayor, tan necesario es el humor como la compañía de un buen altozano.

— Pues a por el altozano  y que me venga de mano.

— Al porte y la desvergüenza debe añadir la etiqueta, y ésta, clara y concisa, y que se note la piruleta.

— !Coño, D. Ferrando!, que armado estoy, pero llevo daga, y en este terreno la pica no es viable, que para marcar, marco, ¿pero y luego?

— Si lleváis daga, simulad una espada. Luego Dios dirá, utilizad vuestra cordura, saber e inteligencia con un toque de zorrería, humor, un par de versos, y ya entrados en calor, mucha prosa, agua de Lanjarón y limonada de Moya para vuestra merced. Para ella, algunos mejillones, almejas y un buen vino blanco, que abre el apetito, y a veces con espanto.

— Ya tenéis  la receta, de manera que ahora os toca tirar de la carreta.

— Muy bien D. Ferrando, y hasta pronto, espero que este curso esté bien probado, y que el corazón por fín rompa la carestía, que el hambre acucia y a esta paso, termino con la malvasía.

Pasaron los meses y D. Enrique no aparecía, este motivo era de preocupación, pues no tenía noticas ni sabía de su paradero desde el curso de formación, por lo que a las dos semanas, y haciendo agravio del bolsillo, se dedicó a visitar todas las tabernas de la ciudad. Mira por donde, en esto que paseando por la Calle Mayor y camino de Casa Botín, apareció como alma que lleva el diablo.

— Pero  D. Enrique, !pardiéz! que no se nada de vuestra merced desde la antaña formación y andaba con suma preocupación. Pero si estáis como la bota de vino después de las viandas, escurrido y chupado de frente y de lado. ¿Cuantos días lleváis sin probar bocado?, pinta tenéis de haber dormido mucho tiempo al rocío.

— No me hable vuestra merced, que ando buscando escondite, que por tanta chanza, ya no me queda ni pito ni panza, y ahora estoy en busca y captura y a Dios rogando para que no aparezca ni se repita la escena.

— ¿Pero que me decís caballero, es que no os han ido bien mis buenos consejos?. ¿Que avatares os han tenido tan lejos de vuestra cotidiana vida?,¿Habéis entrenado y entrado en materia?

— Si no es por vos, creedme mi querido y buen amigo, es por la fortuna que tengo, que andaba buscando jaula para un buen pájaro y me encontré en la jaula y el pájaro atado.

— Amigo mío, os garantizo que no era mi intención haberos metido en semejante  lío, pues a Dios pongo por testigo, que solo pretendía enseñaros a conseguir algo de trigo.

— Vuelvo y repito que no es culpa vuestra, pues no encontré el límite en la meta, que por doquier os juro que he disfrutado de vuestra receta. Pero es de Ley,  saber parar buscando el equilibrio y en consecuencia, por abusar de la suerte, un buen altozano, no me dejaba ni el pié ni la mano, y no digamos  la bragueta.

— Pues bien os viene entonces esta experiencia, que la calle es la universidad, y lo que te llevas…, la renta.

— ¿Renta?, !madre de Dios!, ¿así llamáis a la tormenta?

— Relajaos, que después de la tempestad llega la calma.

— ¿La calma?…, será la de los muertos, que a este paso, me deja en los huesos y sin alma.

— Que no hay mal que cien años dure, Don Enrique.

— !Por Dios!, ¡ni cuerpo que lo aguante!

— Mirad que sois exagerado, ya será para menos, habréis de aprender que con las damas, hay que ser mas considerado.

— Pero Don Ferrando, si no es problema de consideración, es que si sigo, el cura tendría que haberme dado la extrema unción. Pero como vos me habéis dicho, y en aprender soy muy ducho, la próxima vez me tocará con cuidado estudiar el cuerpo del que temporalmente me habré de apropiar.

— No es menester que os culpéis, pues os garantizo, que unas veces llueve, y otras cae granizo, y para ello un buen sayo y hasta el cuarenta de mayo.

— Razón tenéis, en cuarentena me habré de poner, y buscar alguien que mientras espero,  me haga de cena, mero y cordero.

— !Pero hombre de Dios!, contad, contad que me tenéis intrigado y a ver si os puedo ayudar, siempre y cuando sea de vuestro agrado.

— Complicado lo veo, a menos que no os importe servir una temporada de señuelo, hasta que el tiempo olvide el chance  y de lágrimas seque el pañuelo.

— ¿Señuelo?, explicadme, pues algo se me escapa.

— Veréis, seguí a pié y juntillas vuestros consejos, todo iba a las mil maravillas, pues ese mismo día empecé con las prácticas, allá en las pedanías. Era salir, coser y cantar, que siempre había una buena moza esperando el yantar.

— Pero…, y entonces, ¿que ocurrió?, que me tenéis in albis.

— In albis estoy yo, que de tanto hambre que había padecido, no supe poner final a las viandas y en consecuencia ahora tengo que andar cabeza abajo, en agosto con sombrero de ala ancha y bigote recortado, pues me persigue un buen altozano, con cadena y candado en mano.

— No me digáis mas, por lo que veo, disteis con otra que tenía un corazón mas grande que el vuestro.

— ¡Ay si os contara!,  y qué siniestro, encerrado y encadenado me tenía en la bodega, dándome todos los días, buena cantidad de zumo de Moya y agua de Lanjarón, para que no bajara el volumen del corazón. Y para que no decayera, además me obligaba a comer como a un buen mozarrón y mire, mire vuestra merced en que me he quedado.

— Durante el día mientras el descanso la obligaba, yo no dormía, pues buscaba salir como fuere de tan brutal prisión, y por la noche, después de la campiña, o mejor dicho batalla, caía rendido hasta que volvía otra vez con el zumo de Moya y el agua de Lanjarón. Días enteros lamentando haberos hecho caso, pero al final y gracias a Dios, encontré la solución, pues se quedó sin remedios para mi corazón y no tuvo otra, que dejarme salir a por la receta, por lo que aproveché y cerrando la bragueta, salí corriendo como alma que lleva el diablo, hasta este momento que a Dios gracias me habéis localizado.

— Pero D. Enrique, si es que en todo hay que tener soltura, porque cuando se da con un toro, o matas o mueres, ese es un problema grave de mujeres, que cuando la plaza es grande, hay que pedir ayuda al primer andante, y salir por peteneras.

— Visto lo visto es mejor el celibato, que un te pillo y aquí te mato,  que para toro ya están los de Miura, que no soy nadie sin orejas y rabo, por lo que partiendo de ahora, me meto a cura.

— Ni tanto ni tan calvo, que vuestra merced es un hidalgo, que con un descanso, ganará mucho mas que rezando. Y…., para la próxima, anótese un tanto, que en esta vida tanto monta, monta tanto, vuestra merced o el altozano. Mas grave habría sido si vuestra doncella, no fuera bella, y puestos a monserga, hablad con ella con buena jerga.

— ¡No D. Enrique!, mas quiero vivir y seguir viviendo, en clausura en un buen convento, que a base de rezar hay buen sustento, que en estos casos mas vale el pájaro encerrado, que ave en cazuela. 

— Pero no sea tan severo, que una experiencia como esta la hará mas entero y a ciencia cierta, mil veces mejor que la omertá.

— Adiós D. Ferrando, que vuestra merced disfrute de sus encantos, que ya tengo bastante espanto.

— Adiós D. Enrique, espero que vuestra merced no vaya a tal residencia, pues el remedio que habéis buscado, carga mi conciencia y me vería obligado, a recluirme a vuestro lado, pues no quiero ser el culpable por haberos ayudado a conocer la ciencia de mi experiencia.

— Id con Dios Don Ferrando, que vuestras enseñanzas han sido buenas, mas no el enseñado, que no supo poner fin a la lozanía y de paso, ni os sintáis mal ni desolado, pues hincharme hice y de muy buenos bocados y ahora toca, lo que toca, hambre de lozanas y a pedir con la mano, para que no vuelva a repetirse, la venganza del altozano.

-UN VÍNCULO ESPECIAL.

Nunca es tarde si la dicha es buena, reza un famoso refrán. Si el que dice expresa lo que siente, y el que escucha oye sin rencor, todo será primavera.
Si es el odio el que hace de oído, solo debes dar amor y esperar con paciencia. Pasarán el otoño y el crudo invierno, y con el deshielo, la primera margarita y el canto del gorrión, volverán a sentir la vida, tal y como era.

«Memorias de una princesa»

Sin título

Sin título

Sé que quizá ya es tarde, quizá las palabras que algún día te dije, hoy es tarde para poder repetirlas, quizá no pueda arreglarlo ya, porque es lo suficientemente tarde como para hacerlo, pero hoy te vuelvo a decir…GRACIAS!!!, gracias por tantos momentos que has permitido que seamos parte de tu historia, parte de tus palabras, parte de cada una de las letras de este blog, porque aunque nuestros nombres nunca aparecieran, podemos decir que una parte de nuestro ser estará siempre reflejado en cada uno de tus escritos, gracias por poder ser parte de esto, gracias por contar conmigo y aunque ya sea un poco tarde, nunca es tarde para decir GRACIAS. Que precioso es darte cuenta que las palabras no son sólo palabras cuando alguien como tú les da vida.

L.S.
Jupiter1280700

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Edulis y el otoño

Susurrando entre castaños, hayas y robles, el Otoño aparece, mientras  que las hojas, rojas, naranjas, marrones y de todos los colores, caen balanceándose en el aire, que cuida y disfruta al son del baile de las mariposas, ¡viéndolas caer!.

Repunta marrón, casi negro del humus que le da la vida ¡el hongo cabrón!…, para  los que no llegan a verle, para otros…, !el sabrosón!

Aparece su cuerpo, rallado , mirando el cielo y diciendo, ¿no me ves traidor?, no hay mayor insulto para tal manjar, que no hacerle aprecio, no hay nada que mas añore ante cualquier rival, que ser el plato principal.

Por eso, ahora me dispongo a darle un tiento a este hongo, con amor y dulzura, con cariño y esmero, crudo en ensalada, a la plancha, o con mero, de cualquier forma, es anhelado en el mundo entero.

A ti…, Andalucía

Viajando voy por tierras de España, descubriendo parajes de otros tiempos lejanos, donde la gloria de este país, emana de cada uno de los poros…, ¡de sus hazañas!

Vivo el dulce encanto de sus campos, olivos, trigos, cebadas, frutales, ríos, manantiales, mar, océano y sonrisas a raudales.

¡Cuánto….!, cuánto se pierden quienes no conocen el señorío de Córdoba, la serena belleza de Sevilla, la histórica y siempre soñada  Granada, la Cádiz con su Pepa y a sus gentes amables simpáticas y decentes.

Y ese oro, del que hasta Dios cada día disfruta en las campiñas de Jaén, mientras contempla el amanecer de la costa de Almería, degustando sus huevas regadas de oliva, y terminarlo saboreando las gambas y coquinas o el ibérico Jamón, que Él mismo creó mientras vislumbra el atardecer, en las playas o la serranía de Huelva.

¡Brindo por ti Dios!, que nos diste el Edén, a las Evas y los Adanes, y ¡cánones a raudales!, pero de los bravos que simbolizan el espíritu del que sabe disfrutar del duro trabajo para vivir…, ¡como Tú mandas!

Motivo por el que les regalaste, el divino atractivo y magnánimo encanto, sacando de la chistera, a las mujeres mas esplendorosas y simpáticas de los cinco continentes, ¡veinte si los hubiera!, y dándole a los hombres el estilo y el talento para lidiar tanta poderosa e increíble gracia.