No es habitual que utilice la pluma para plasmar críticas razonadas sobre el turismo pero creo que sabrán entenderme, no todos…, muchos se sentirán ofendidos por lo que a continuación describo y relato, en ésta, mi más sincera opinión de sobre cómo y de qué manera se puede disfrutar de unas vacaciones inteligentes. Con antelación solicito el perdón de aquellos seres humanos que yendo a disfrutar de su periodo vacacional dejan a su agencia de viajes tomar las decisiones menos apropiadas para de verdad vivir, aprender y conocer un mundo siempre nuevo.
Estos días en Lanzarote, una de las tres islas de Gran Canaria, he podido darme cuenta de la grave enfermedad que atraviesan y padecen esas personas que aprovechan el mínimo precio para perjudicar su salud, curiosidad y necesidad de conocer. ¡Así de cruel!, ¡tal y como suena!
Si hay algo que me he reprochado toda la vida, son los numerosos viajes realizados de negocios sin haber tenido el tiempo suficiente para mezclarme entre las gentes de las tierras visitadas, por supuesto y aprovecho para recalcar y añadir, sin absorber la sabia y el conocimiento de los lugareños, amén de la belleza de los entornos, gastronomía y demás enseñas.
Está muy de moda, ¡si me lo permiten!, y si no lo hacen, ¡remedio ya no hay!, lo voy a llamar el turismo absurdo, es decir y en castellano pobre del de toda la vida, ¡el todo incluido!, ese todo en realidad es la nada. Los visitantes que entre muchas comillas lo disfrutan, practican durante esas merecidas jornadas de descanso, para perjudicar aún más su salud y por supuesto, todo hay que decirlo, a emprender un largo viaje en barco o avión donde la mayor parte no sabrá ni dónde diablos ha estado, y esto es lamentable, una auténtica paradoja del que supuestamente ha sentido la necesidad de emprender algo nuevo, de darle un toque mágico a su existencia, para luego estar encerrado en un hotel, ¡eso sí!, ciegos de cerveza, cubatas, comidas, cenas y harto de las quemaduras derivadas de las siestas al sol para reposar los grados de alcohol y exceso de viandas.
Quizás el estrés anual, lleve a muchos de los afortunados que se pueden permitir el lujo de darse un periplo por tierras desconocidas a pensar que si hay algo maravilloso es darse un festín de tiempo desechado. Con esto quiero decir, desaprovechar ese lapsus atemporal tan preciado que tenemos para dar rienda suelta al más satírico de los deseos, vivir la vida del cerdo. ¡Perdón y no quiero ofender!, pero así fue como me sentí en la única ocasión en la que virtual y realmente me vi obligado a intentar no salir del centro que en tanta apariencia me quería, en la realidad no buscaba invertir el tiempo y mi dinero tan solo en unos metros cuadrados bien repartidos y decorados, servicios, ¡casi todos incluidos!, con tal de intentar fidelizar a este infiel de la rutina y ávido de conocimiento.
Dicen que la necesidad agudiza el ingenio, así me lo enseñaron mis padres y a ellos todos sus antecesores. Pues bien a eso me refiero, a la creatividad y la realidad, tanto tengo y con ello que puedo hacer.
Hoy volar está a tiro de pájaro, no se lo tomen al vuelo, ¡a ver si alguno se da un real leñazo!, pero más o menos, y para aquellos que no lo entiendan decir quiero y bien se comprenda, vale menos un viaje en avión con la vuelta incluida, que muchos argumentos de peso en combustible, autovías, auto y las pistas que se encuentren por el camino, peajes y demás leches, ¡que las hay! y sobran.
Si ven este punto de vista, solo falta el sitio donde descansar, absorber y reposar las experiencias venideras, en latín y griego del de toda la vida, un lugar donde dormir y cumplir con los requerimientos típicos y necesarios de los que no podemos desenrrutinarnos.
Una vez tomada la decisión del lugar más adecuado en función de la disposición de cada bolsillo, empieza la aventura, la mágica experiencia de mezclarse entre las gentes de la tierra para averiguar dónde compran y pacen ellos, es decir la búsqueda del contacto con la realidad de la zona seleccionada, y por lo tanto el inicio del momento en el que todo es nuevo. ¿Es posible una experiencia mejor?
Estamos habituados a informarnos en los hoteles o puntos turísticos de las zona a visitar, hasta ahí todo perfecto, pero…, ¿cuántos se han integrado con la población autóctona para conocer sus costumbres, gastronomía, ¡pero la de verdad!, la que ellos mismos guisan y comen y disfrutan, no la que nos venden en los restaurantes que todos conocemos, puesto que si hay algo terriblemente absurdo, es comer la misma pasta, hamburguesas y de más INRI que encuentras lado de la casa donde realmente vives.
En esta increíble tierra, negra como el tizón y austera por la gracia divina, donde los contrastes te los regala la propia naturaleza, empezando y rompiendo con verdes, azules, azabaches, blancos y el mismo rojo picón, que también lo hay, he tenido la suerte de hacer mis deberes como mandan los cánones de un buen aventurero y amante del conocimiento, y en consecuencia he obtenido mi gran recompensa, disfrutar del carácter afable, tranquilo y cargado de humor y siempre cordial de los conejeros, de los que siempre me veré obligado a hablar bien, pues ellos han sido los que después de descubrir las ansias de conocer y disfrutar de su preciado tesoro del que escribe, se entregaron para mostrarme su gran secreto, el tan guardado llevan en su corazón y que tan poco les cuesta ofrecer cuando encuentran personas que de verdad viven con pasión y respeto el entorno que a ellos mismos les ha visto nacer y crecer.
Todo esto lo debo a no hacer caso a esa agencia de viajes que con tan buena intención te ofrece un completo, ¡oigan que al todo incluido me refiero!, a ver si nos vamos por otros derroteros.