-¡Ayyy!, ¡Dios!… que esto duele, ¡ehhh!, ¡no entiendo por qué me tienes que quitar una costilla!
-¡Cállate! y déjame hacer, ¡hombre!, que es por tu bien, con el tiempo me lo agradecerás.
Y así ocurrió. De la Divina mano de la Providencia, del mejor cirujano y creador jamás conocido, nació la más bella entre las bellas del glorioso jardín del Edén, la Eva, ¡si!…, la de Adán.
Tan finamente tallada la costilla quedó, que el hombre de quejarse dejó, disfrutando como estaba mientras observaba crecer a su símil y futura compañera en aquél paradisíaco lugar.
La Eva creció en el amor de su príncipe, el único azul de aquellos lares, disfrutando de cada momento e instante de sus prietas carnes y del resto de avatares. Hasta que un día, y sin saber por qué, el marino azul cambiando fue de color, hasta llegar al rosa pasión. Ella, la única mujer de la tierra, la que Dios creó a su imagen y semejanza, notóse desplazada, por las flores, árboles, frutas, pájaros y mariposas, ¡que entonces no había mando a distancia! Allí estaba él…, antes osado y ahora amanerado, ¿me habré pasado?, se preguntaba entre sollozos, ¿por qué este cambio? Antes amante en cada rato, esquina o alcornoque y ahora volando va entre el campo, soñando cual pajarillo, aleteando para prender el vuelo y ayudado por la brisa del aire.
-¡Adán!, ¡ven aquí!, ¿has lavado los platos?, ¡siéntate en la taza que de pie salpicas y manchas!
-¡Claro cariño!, pero que buena eres conmigo mi dulce amor, que sería de mí sin ti. ¡Gracias Dios!, que razón tenías.
Nuestra reina cada vez más bella, no entendía por qué aquel mozo tan bisoño que tan bien roncaba, silbaba y bramaba durante la noche…, durante el día así se comportara. Macho dormido… y tan femenino despierto…, ¡qué tierno!
Ella, la más digna y maravillosa fragancia del amor, viendo que los cambios de aquel hombre no le gustaban, decidióse a probar otras filigranas, llamando a su cuerpo por su nombre y llevándole al prohibido árbol de la vida.
-¡A ver si se despierta este jodido Adán!, que me tiene… ¡ay como me tiene!
A la sombra de las ramas estaban observando como caían las manzanas, cuando una voz surgió, melodiosa, dulce y sensual.
-¡Tomad esta fruta y morded con ganas!, y veréis que bien os sienta.
-La Eva tan sensibilizada por aquel tenor que tan bien rezaba, diole a su compañero para que éste el diente hincara, ¡pero no quiso!, no le apetecía, ¡le decía aquél cabrito! Así que dispuesta a todo, mordió primero, masticando el dulce de la esperanza y luego:
-Toma mi amor, un poquitín te vendrá muy bien.
-Como quieras cariñín, pero no debemos. ¿No será mejor, primero hablar con Él?
-¡Tu come y calla!, mi tierno bomboncito…, a ver si con esto, se te abre un poco el apetito.
Haciendo caso de su amada, Adán el cebo mordió, y de golpe…, ¡zhasss!… todo cambió.
-Mira que te dije que Dios se iba a cabrear, que no comiéramos de la prohibida pasión.
-¡La culpa es tuya!, tendrías que haberte negado, fíjate como estamos ahora por no haberte comportado como lo que eres, ¡solo tú eres el culpable!
Y así empezó el mundo que conocemos, aunque con el tiempo que todo lo puede…, comenzó volviendo a su cauce, los machos menos machos y cada vez más ausentes, muchos de ellos ya machotes… y la hembra buscando a su cacho, que de haberse escondido ya no sabía dónde, y por ello, estudiando los errores que no comprendía, de los sin sabores que la vida le había dado.
Pincha aquí para ver la obra interpretada por Jesús Arias Ruiz.