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Toda Cuenca Lee

Toda Cuenca Lee. Tal cual se siente después de haber vivido la experiencia.

#CuencaLee es el reflejo de una población de 55 mil habitantes donde una feria del Libro de siete días es viable para los autores que pueden permitirse el lujo de su embrujo, señal inequívoca de ciudadanos formados y preparados para afrontar este y mil futuros.

#CuencaLee durante todos los días de la semana, no hay más que hablar al respecto. De lunes a domingo incluido, hemos disfrutado de la colosal necesidad de los conquenses de tener un libro nuevo en sus manos.

Es el momento de dar las gracias a todas las personas que se han dejado las horas de sueño por otros derroteros para motivar a su ciudadanía a visitar el evento cultural del año. Desde José Luis Moreno, pasando por

Olga o Marta, por nombrar a quien he conocido mientras se gestionaba la caseta de la Asociación Española de Escritores Alfareros del Lenguaje, en consonancia con la Sociedad Iberoamericana de Escritores y cómo no, las ViasLiterarias de BarriosdeLetras, incluyendo a Darío, su alcalde o Miguel Ángel Valero como concejal de cultura, quien ha vivido el evento con tanta energía y alegría como los vencedores del premio Planeta.

Ya hubiéramos querido tener personas al frente de Cultura en Alcorcón, punto donde nació Alfareros del Lenguaje, para crear una feria del libro en una población con 172 mil habitantes.  En su momento nos ofrecimos, como es Ley, sin ánimo de lucro, tal cual es esta asociación, para volver a crear dicha feria, pero dos candidaturas diferentes han corrido desde entonces y las aguas siguen fluyendo por debajo del mundo de las letras.

La cultura no depende de los partidos políticos, sino de las personas que gestionan los fondos de sus ciudadanos, cuando hay amor por la tinta, se palpa en el ambiente, sin embargo en estos tiempos se ve con excesiva claridad cómo en muchos Aytos se empeñan en evitar sesos con capacidad de raciocinio. Una feria de 7 días en Cuenca contra un día llamado la noche del libro en Alcorcón. Tan limpio y cristalino como el agua.

Todos necesitamos leer, es la única manera de ser capaces para tomar decisiones críticas con los demás y ser autocríticos consigo mismo. Es el medio más eficaz para que el mañana, el de nuestros hijos, nietos y quienes vengan detrás, tengan los cimientos atados a la tierra, pero también la capacidad de volar.

La literatura nos trae aventuras, evasión, otras vidas, romances, mundos, universos, pero también historia, crónicas más imprescindibles hoy que nunca, tan solo es necesario ver el panorama en educación para comprobar cómo se va en compañía de los pairos de la ignorancia al vuelo de las órdenes de quien necesita borregos en lugar de cabezas pensantes.

Por ello, visto, comprobado y confirmado, no me queda otro remedio que dar los tres Chapós de este blog a quien defiende los intereses de todos en pro y beneficio de un futuro común.

¡Chapó, chapó, y RequeteCHAPÓ!…

…a los organizadores de la Feria del Libro de Cuenca y a todas esas maravillosas personas ávidas de conocimiento que han apoyado y ayudado a cimentar la cultura.

¡¡¡CUENCA LEE, SÍ SEÑOR!!!

¡¡¡CHAPÓ!!!

Fernando Cotta

El cruce de la discordia

El cruce de la discordia.

Recién llegado a una de mis segundas casas, Barcelona, tras la pandemia del viene, voy, llega, vino y se fue, tres añejos sin visitar por haberse hecho viejos de experiencia. Resultado de la sustancia y reducción de la salsa de estos tiempos.

Carrer Numancia como destino tras un viaje agotador como copiloto de la piloto Shiva Castellanos en su Burdeos color deportivo de a cuatro ruedas, llegamos a destino.

-Cuidado, por ahí baja un monopatín a tiro de arco y en sentido contrario viene una bici cuesta arriba a Mach 1, ojo, las motos, no las roces o caen como fichas de dominó.

Los ciclomotores de a dos y algunas llantas recubiertas de caucho estaban aparcadas en oblicua batería, uno al lado de otro, como si se hubiera hecho a propósito para capricho de bromistas a un lado del carrer y en medio de los carriles a dos sentidos diseñados para disfrutar de un partido de tenis permanente cuando vas a cruzar la calle.

            -¡Casi me da!

-¿Quién, el del monopatín, patín o el ciclista?

Curiosidades de los especialistas en reurbanismo o quizá amantes del quita y pon según viene en gana al estilo Ikea. Pero eso no es , esa fotografía retrata casi a la perfección una escena para la que solo ha de poner un tanto de su imaginación. Fíjese bien, carriles en dos direcciones, unas hacia arriba y luego la vía entredicha a la izquierda y por supuesto los puntos, aparte de la cuestión. Con ello dejo claro los carriles de doble sentido donde un ciclista sube, un patín baja y por medio usted va a cruzar la vía antes de divisar el abismo.

No piensen que exagero, pues a mi se me presentó la gloria divina a mostrarme qué ocurre en el punto en el que todos los circulantes se cruzan para coger la misma dirección, pero en ambos sentidos de la circulación cuando de dos ruedas se trata y de uno si es de a dos pares.

            -¡Mira, mira!, un patinete por su carril y un ciclista a base de watios intentando sobrepasarle. ¡Por los Miura de otros tiempos!, pero si es igual que entonces. El Pegaso subiendo como puede y un 600 cargado intentando adelantarle. ¡Pero, pero mira de frente!, por favor, ahí viene otro artilugio a pilas con una chica de pie y su enorme bolso a un lado de la espalda, el ciclista no podrá adelantar al patinador de a dos ruedas. Menuda se va a liar, no hay arcén para los tres…

            Es el pan de cada día en cuanto a circulación caótica se refiere. Tal es el caso, que al contemplar y observar ese cruce durante un tiempo, un viaje astral me llevó directo a la India y otros lares similares para rememorar los cruces con el guirigay de cada día. Unos van a la derecha, otros a la izquierda, y luego como es Ley en esos cerros de come palomitas y espera a ver los leñazos que se van a dar con las direcciones en ambos sentidos.

            En ese cruce solo hay un sentido y una dirección, pero para los vehículos de tracción mecánica a base de combustión y dos pares de neumáticos. Para el resto no es así. Para esas personas que utilizan su cuerpo cono paragolpes y airbag al mismo tiempo en caso de colisiones, no hay.

            Quizá sean las nuevas maneras de recudir la población mundial, a saber, pues si esta distribución urbanística llega a ser tradición global, pueden estar seguros; se producirá el efecto contrario a la superpoblación actual, y en unos años, pasaremos a recibir inmensas ayudas para la natalidad.

Crónicas de una inesperada sorpresa

Crónicas de una inesperada sorpresa.

¡Que no!, ¡que no damos a abasto para gratas sorpresas!, ¿por qué será? Algunos dicen que nos ha mirado un ángel, otro un hada, ya hasta un búho que nos ayuda y guía durante la noche hasta la mañana.

Quizás un trabajo fino y bien hecho, o simplemente a madre fortuna en forma de capital humano, ¡a saber!, pero creo y explico si me lo permiten, que posible es la labor de compañeros que llevamos realizando en Alfareros del Lenguaje desde sus inicios, y que este próximo día veinte de noviembre, por casualidades de la vida cumplimos los dos primeros años de una larguísima vida, ¿no les parece?

Voy a contarles una realidad como un templo, o si lo prefieren el templo de la realidad, según le plazca al que lee e interpreta según su propio criterio.

Andaba esta pluma cuando aún era un lápiz dándole vueltas a la cabeza, buscando soluciones a los cotidianos problemas de quien se da un señor y real leñazo en sus negocios, éste era el caso, pues sabido es que quien crea tiene un porcentaje elevado de llevarse una señora y sonora hostia si no dispone de los recursos naturales bien ampliados, en palabras mayores, una mochila de billetes de los morados por si las cosas se tuercen, ¡y así paso!

El caso es que una tarde tomándome una de Flandes, ¡a un tercio me refiero!, y de cerveza, que de cubatas y creo no hay, enfrente de la barra de una bar que ya todos ustedes conocen, y del que quedó el espíritu del creador del Quijote, observé que había una reunión de aficionados a la tertulia, así que sin cortarme un pelo, tal y como se dice en estos lares, a los de España me refiero, pregunté al acaudalado propietario si aquellos señores, uno de ellos con sombrero de ala muy corta, venían por aquí a menudo, a lo que me respondió que eran finos observadores y albañiles de la tinta bien empleada sobre el papel. Dicho esto, pero en su jerga habitual, por cierto, que lo de acaudalado es para elevarle el ánimo, me presenté a los allí sentados. Decir quiero que hubo quien me miró como un bicho salido de otro lado, ¡y es normal!, porque nunca he tenido vergüenza para darme a conocer, así que al siguiente miércoles me presenté de nuevo, y como resultado, nació el amor. De esto hace un año y cuarto y mitad para ser exactos.

Me apoyaron, perdón, quiero decir que me obligaron a escribir…, y tantas ganas tenía, que en dos meses plasmé mi disco duro mis dos primeras novelas, comencé otra y al poco cree este blog.

Al segundo día de reunión, visto que con los 20€ por año de cada socio nos sobraría dinero por todos los lados y ya éramos seis, me propuse aumentar los fondos de inversión con mejores resultados, a lo que, ¡y lo juro por mis zapatos! me contestaron…

-¡A ver!, que no te has dado cuenta que esto es una asociación de escritores sin ánimo de lucro.

Dicho esto callé y pensé, la verdad es que tienen razón, cuando seamos cien tendremos dos mil euros, y con eso, ¡vamos con eso!…, con semejante cantidad, ¿qué hacemos?

En fin, que al final empecé a apoyar a mis compañeros y comenzamos a crecer, hoy, tan solo después de quinientos días, somos veintidós, ¡vaya tela!

Lo mejor del caso es la calidad artística literaria y humana de los que formamos esta sociedad de lucro cesante, ¡jajaja!

Al día de hoy hemos hecho un buen trabajo, ¡eso creo!, a nivel literario y humano, ¡así pasa!, que cada semana se nos unen más compañeros y amigos para llevar a buen puerto una organización que busca, quiere y anhela dar a conocer a aquellos autor@s con buena pluma en todos los rincones de habla hispana.

Hace unos días se nos unió quien más nos faltaba en este momento, nada más y nada menos que una crítica literaria y reseñadora de literatura y muy conocida en las sociales redes, a estas alturas, y después de haber leído el primer párrafo seguro que ya saben a quién me refiero, El Ecritorio Búho y a su gran creadora Thelma García, ¡gracias, gracias, gracias!, que bien merecidas las tienes.

Ahora disponemos de la mayor de todas las fuerzas, la ilusión y un común futuro, ¡el sueño!, todo gracias al equipo que conformamos, ¡que vale lo que es!, puesto que no tiene precio, así que a todas aquellas personas que sean capaces de escribir o plasmar con letras, ilustraciones o pintura, tienen en esta humilde casa…, su morada.

Besos a quien proceda y un fuerte y cálido abrazo para tod@s.

Crónicas de una asociación versal.

Crónicas de una asociación VERSAL, «piensen vuestras mercedes lo que deseen.

Viernes día nueve de octubre, 13:50 horas y la alfombra roja aterciopelada y en cruz a las puertas del punto de encuentro, el restaurante La Flamenca en los Acorcojones, ¡los de toda la vida!, dando a entender que cualquier entrada era buena para los asistentes de la primera reunión de dos grandes de la literatura, por la izquierda, por la derecha, por el centro, pero…, ¡pero por detrás, no!, ¡ehh! Por detalles que no vienen a cuenta, todo se quedó en asfalto, unas colillas, algunas servilletas arrugadas en la acera, pero bien dibujadas, que parecían de verdad. Vaya artista el escultor, ¡sí señor! o señora, que también puede ser, incluso pintura al más puro estilo del hipermágico realismo.

Por un lado Don Ismael Álvarez de Toledo, tieso y recto, digno del porte distinguido que lleva en la sangre, como presidente de esa gran Sociedad Iberoamericana de Escritores. Por el otro, y dando la bienvenida, Ángela Piña, de ambas asociaciones y el resto de los mortales y miembros de la cuna literaria por excelencia de Alcorcón y otros lares…, Alfareros del Lenguaje, otros muchos dones , aunque todo hay que decirlo, ¡sin cojines!, Don Enrique E. de Nicolás, Rafa Gálvez, Ignacio León, nuestra Matilde, Julio Valencia, José Francisco Sastre y las damas y damiselas que por ello y queda mal, trataré de sus mercedes, María Rey y Altamira Sarabia, empresaria a la que debemos entre otras cosas el certamen literario internacional de Microrelatos “Dando vida a objetos inanimados,” www.compraventacoleccion.com que en colaboración  con Thelma del Escritorio del Búho, nos han permitido crear un sueño que ya es realidad. Por supuesto y que no falte el cronista de siempre, al que ya conocen sobradamente todos ustedes, on Fernando Cotta, al que falta la d para que se cumpla la profecía del idioma de la iglesia, ya saben ustedes, Don sin Din…, rimen sus señorías…, en latín.

Saludados unos a otras y otros, como es de Ley y acompañados por unos ruedas, riojas y crines de orina de caballo, ¡perdón, que no estamos en el siglo XVI!, a las cañas de cerveza me refiero, comenzó el acercamiento entre ambos entes, ¡en ten cuidado que me tiras el vino, ¡hostias que salpica la cerveza!, que te doy la espalda, ¡perdón!, y esos menesteres tópicos y típicos de los sitios donde todos nos aproximamos para dar una feliz acogida a nuestro anfitrión, ¡al de la casa de Toledo me refiero!, ¡por Dios!, vaya memoria la mía.

Entrados en los entremeses de las conversaciones, porque visto que todos ni arrimaos cabíamos en la misma esquina, cada cual se acopló al grupo que por inercia de empujones y otros…, el final del pareado a sus anchas, ¡por favor!, hasta que por fin el Santo que tenemos en los fogones, dionos el aviso y seña de bajar de una vez al salón tan ricamente dispuesto para esta memorable ocasión.

¡Qué puedo decirles!, el rectángulo de juego de los once valientes estaba dispuesto, noventa grados a ambos lados de la mesa, así que con metro y lápiz marcamos el territorio de cada cual, para evitar ante todo, un bocado al plato del vecino en desigual condición, pero por fortuna eso no ocurrió.

Apoyadas las asentaderas cada uno de los presentes, ¡en su sitio!, ¡no vayan a pensar…!, comenzó la llegada de lo elemental en este tipo de situaciones, así pues Baco en forma de exquisita y hermosísima mujer rellenó hasta el punto adecuado, según los intereses de cada cual, ¡por supuesto y que siga siendo así!, los recipientes del oro líquido de la concordia y la discordia, que por cierto, ¡no la hubo!

Buena uva, hay que reconocerlo, sobre todo nuestro mentor, que como entendido que es en materia de viñedos, cataba y recataba el zumo con la mejor intención, con la intención de saber si era el adecuado, pero solo el tinto, porque del blanco…, ¡no!, que eso es para otras poéticas antologías.

Llegó la harina en forma de masa horneada y seguido, ¡la mariscada y el desconcierto!, así fue, pues dos bandejones de esos…, ¡sí!, con muchos…, ¡talentos señorías, talentos!, a uno y otro lado y el medio centro, ¡sin cubrir!, y eso no, ¡ehhhh!, por lo que nuestra rupestre pintura de Cantabria tomó la decisión y de un golpe levantose de la mesa y ordenó la situación, como si fuera costumbre y tradición, de manera que deformando el terreno de juego lo transformó en un perfecto cuadrado de noventa grados por todos sus lados y las suculentas gambas, langostinos, y no se cuentas cosas más que voluntariamente se dejaron cocinar, pues sabiendo cómo eran del destino que les esperaba y los estómagos que les amparaban, desde Coruña, Cádiz y Huelva a dedo fueron llegando hasta la plancha que mejoró su sabor.

Bien situados geométricamente cada uno y antes de dar el primer bocado, nuestra María colocó su Rt Silver Fashion Panoramic In The Hazlo Como Puedas, una cámara fotográfica de la más alta estima en posición de cuenta atrás, y…, a velocidad de rayo colocose en sus medidos perímetros para lucir esa espléndida mesa y su perfecta sonrisa, ¡que lo es!, tras lo cual empezó la función.

Bigote va, ¡o viene!, según se mire, chupetón al ino o la gamba, sobre todo al inquilino y la charla que entra en vena, el tempranillo y la blanca paloma en forma de bendita unción, así que unos por un lado y otros por el suyo, dimos rienda suelta a la sagrada tentación y en dos periquetes, ahora cotorretes, ¡porque de otros pájaros ya quedan pocos!, de lo que había nada quedó.

A los minutos, Baco camuflado de Bibi empezó a traer el resto de la camarada, arroz con ante, ¡perdón!, con bogavante y lo había, quizás porque el día que contratamos el menú al propietario de dicha taberna, a Don Alfredo Otero me refiero, y visto el precio le pregunté si los bichos eran una ilustración o de verdad, ¡y si lo tomó en serio el caballero!, nada mejor que tocar el pundonor o los…., para que te respondan con un tono al derecho, es decir, bogavantes con arroz, que no al revés. Puedo decirles además, que el día de la contrata y aprovechando el lapsus, le pregunté si esa hermosa sala donde tan bien nos iban a tratar podría ser utilizada en alguna presentación de nuestros libros, a lo que el caballero, sin dudarlo un instante contestó…

-Si la sala no está ocupada, ¡por supuesto!

Tanto énfasis puso en la respuesta que aproveché con una contraoferta.

-Pues te vas a hartar a comprar libros.

Punto al cual le salió muy del fondo una sonora y nerviosa carcajada, ¡si señor!, el de Otero había caído en la trampa y así lo reconocía, como toca, ¡con buen humor!

Y continúo con el resto. Supo el maestro de cocina darle un toque portugués que a todos agradó, cilantros en su justa medida que hizo que los comensales en su inmensa mayoría, salvo nuestra Matilde que no pudo y arremetió con un filetazo al viejo estilo de la época del siglo X, ¡pero con tenedor y cuchillo!, y Ángela que con tiempo avisó y se cepilló el lomo alto de un buen recebo, compartiendo con su siniestra en este caso Sastre, José Francisco Sastre, a lo 007 del medievo que es lo que le va, algún que otro trozo de tan suculento manjar.

Cuando nada quedaba de los fogones sobre el altar, de nuevo apareció nuestra gloriosa Baco, ¡qué maneras!, ¡qué cuerpo!,  ¡qué posturas!, ¡así, así, así gana el Madrid!, sobradamente preparada tomó nota de los postres cafés y otras malas hiervas. Mientras llegaba la musa, ¡qué cintura, por Dios!, del resto no hablo, que la conversación es sobre otros lares, y ahora no es menester, ¡que de nuevo estoy soltero! y un poco de publicidad no me viene mal, sobre todo y en especial después de mi cuarta separación, ¡sí!, como lo leen y está escrito, soy un auténtico Don Juan, pero manda narices, ¡siempre de la misma!, pero se acabó. Lamentablemente hay algunas diferencias en años, en esta ocasión un quinto sobre cien, menos uno sobre mi inspiración, la edad…, no engaña.

Por cierto, he de decirles que entre cigarros y demás temas en cuestión, la configuración de la mesa cambió, las chicas como suele ser habitual optaron por estar más cerca de nuestro anfitrión, quien bien rodeado, todo hay que decirlo, ¡no se quejó!

Como les decía, y no puedo porque se me va la vista con los recuerdos, pero lo intento, ¡que conste!, sucedió lo que es normal en estos tiempos, uno de nosotros, no voy a decir quién, ¡te lo juro!, que me lo callo como puedo, ¡ya lo ves!, pidió algo de nuestra pasada y contemporánea historia, un poco de sol y otro de sombra para cuando calienta, que en estas tierras todos sabemos que San Lorenzo cuando cabreado está, tuesta la testera como el difunto marisco que en nuestras digestiones estaba, ¡vamos y en castellano de los siglos XIX y casi al XXI!, ¡un sol y sombra!, y ahí se lio Dulcinea, ¡como lo leen! Transcribo situación. Modo oral.

-¡No le entiendo!, ¿un sol y sombra?

Bibi que no se expresa con clarividencia en ese oportuno momento, y la pluma de esta crónica que ve la cara del que no entiende que estas cosas ocurren, y la recurrida, ¡que no sabe qué carajos pasa!, así que intenté intermediar con la faena.

-Anís y brandy en idénticas proporciones.

Dada la breve explicación nuestra bien fabricada criatura, vuelve a preguntar.

-¿Marie Brizard y coñac?

El interesado en tan elemental y paradójico líquido, supongo que quizás pensando que se habría encontrado con otra Tere como la de Santiuste de San Juan Bautista, no daba crédito a lo que escuchaba, así que vista la situación…

-Coñac con anís El Mono, Chinchón o similar, ¡leches!

Para que decirles, lo de Chinchón…, pues claro que sí, lo conocía porque había visitado tan bella e histórica población, pero no le encajaba que aquello se pudiera beber. No obstante afirmó que ahora estaba al día y desapareció. A lo minutos de nuevo se presentó con un vaso de sidra al que se le salía el hielo por todos los lados, y claro, al que no quiero nombrar para que no se conozca su identidad, perplejo se quedó y volvió por sus fueros,

-¿Para qué es esto?

Ella sin dudar un ápice confirmó que era el recipiente en el que iba a ejecutar la perfecta mezcla de licores, y el otro…

-¡Que no, que no!, en una copa de coñac.

La pobrecita Dulcinea, viendo que no acertaba, volvió a preguntar.

-¡Ya se!, usted quiere que le ponga la copa de lado y hasta el límite del cristal, ¿no?

El otro que mira a uno y otro lado, buscando las palabras con las que exponer la lógica de un viejo resultado, pero que no salían de ninguna parte, ¡asintió!, pero con la cabeza, porque la lengua se la había comido el gato.

A los segundos apareció con una copa de balón, pero de las de verdad, una de esas en las que te puedes bañar y que por norma, se sirve el culín, ¡pero claro!, viendo que nuestro alma mater se despistaba, hizo lo que todo buen feligrés haría para que no le llamaran más la atención y le puso, señoras y señores, ¡el culazo!

Visto el contenido, el contencioso y que las cámaras volvían a apuntar a la mesa, Don…, tapaba como podía el sacramento del pecado, una servilleta al puro estilo Dalí para no ser grabado con la prueba del delito.

Entrados en los fastuosos vapores, comenzó la tertulia esperada, aunque afirmar puedo que fue una negociación entre ambas entidades, y en las que a todos nos sirvió para ampliar el puente de culturas con todos los hispano hablantes, que por supuesto y visto el amor que nos tienen, también podemos incluir a China, faltaría más, pero eso sí tendremos que cambiar o introducir la “L” como una letra pronunciable, que no legible cuando de la “r” se trate y por supuesto japoneses y rusos, que también nos quieren.

Llegados los casi acuerdos y a eso de casi las 10:30 horas dimos por finalizada una histórica jornada, memorable para todos los participantes por todo lo que allí se vivió, así pues, y siempre de la mano Don Ismael, abriremos caminos y tiraremos las murallas que impiden el acercamiento entre todas las culturas que amen la lengua de Celvantes, en chino mandarín, ¡por supuesto!, y no se preocupen que Don Quijote está exento de estos avatares, lo mismo que de la Mancha. Así pues…, otras cuestiones no, y en vista del futuro y la expansión que nos ampara  “En un lugal de la Mancha de cuyo nomble quielo acoldalme, pelo no puedo”…

さようなら – Sayonara

Hariató, tal y como se pronuncia, porque escribirlo…, me cuesta.

Fernando Cotta

Cotorras, agapornes y urracas VS jilgueros, gorriones, mirlos…

No soy Felix Rodríguez de la Fuente, de eso pueden estar seguros, entre otras cosas porque hace mucho que nos dejó. Tampoco un empecinado defensor de los derechos de los animales, me gustan, les disfruto y quiero, ¡pero oigan!, ¡también me los como!, en especial porque forman parte de nuestra pirámide alimentaria, de la misma forma que las tórtolas, palomas torcaces, pollo y su fémina compañera, codornices, perdices, faisanes, patos, ocas, etc.

Ave que vuela, ¡a la cazuela! Dígoles esto, porque quizá…, tal vez…, es posible que fuera prudente empezar a poner coto a esas verdes o coloridas aves que tienen la potestad de anidar en lo más alto de los árboles de las ciudades, ¡de momento!, que en la Casa de Campo ya son mayoría absolutísima, y además independentista, ¡que sí, que así es!, si no miren y observen cuántos lindos jilgueros, gorriones y otros bellos pájaros quedan por sus pedanías y verán que casualmente ya no se les oye y por supuesto, apenas se les ve.

Al igual que en Lanzarote, donde este año me sorprendió ver una comunidad gatuna enorme a su libre albedrío y por su esencia felina y juguetona, ni uno solo de los autóctonos lagartos o salamandras blancas, por cierto, “símbolo de esa tierra”, les digo…

Señoras y señores animalistas, los gatos han de estar en sus casitas, bien cuidados alimentados y dicho ya sea de paso, ¡vacunados! contra lo que haya de ser, pero no es así, allí andan como miau por su casa, ocupando los reales paseos de viandantes dando saltos a diestro y siniestro, mientras torturan a un hermoso reptil oriundo de la zona, ¡pero claro!, no está bien visto que a estos bellos y simpáticos animalitos, ¡cuando ellos quieren!, ¡por supuesto!, se les dé un plácido hogar de esos miles de turistas, que viendo además en su esencia al peor enemigo de los saurios conejeros como acaban con ellos, se entretienen dándoles de comer en la misma calle. ¡Lo que hay que ver!

Pensaba que éste país era avanzado en estos lares, pero veo que como es políticamente incorrecto, ni Dios toma cartas en el asunto, por lo que yo mismo les digo. Cuando ya no queden lindezas que nos canten por las mañanas el pío pío, o nos deleiten con dulces canciones a vivo pico para con dulzura despertarnos del profundo sueño y natural amor de la cama, cuando al abrir la ventana no se escuche otro canto que cotorreo de esos verdes o coloridos y cabrones pájaros, que para comer y trabajar poco aprovechan para alimentarse de los tiernos huevecillos de mirlos, jilgueros que ya no quedan, gorriones que muy pocos, alondras, abubillas, abejarucos, acentores, agachadizas y demás plumíferos al alcance de urracas y aceitunadas unas y coloridas otras criaturas volantes, ¿qué dirán? Quizás y con sorpresa, tomen conciencia de la realidad y suelten: ¡Alarma, están desapareciendo las especies autóctonas!, ¡hay que repoblar! ¡Manda narices!, será entonces cuando el estado tome constancia del problema y empiece a soltar millones de nuestros euros para paliar aquello, que ya no hay forma de detener.

¿No será mejor empezar ahora, que esperar a ver cómo nos despejan de lo que es nuestro? Esos pájaros, que en su tiempo algunas personas, por no poder aguantar su eterna forma de comunicarse, prefirieron soltarlos por pena en la calle antes de pensar en qué pasaría si lo hacían, nos han creado un problema ¡Digo yo!, porque la verdad, se me rompe el corazón como a tantos y tantos otros cuando salgo a la calle y no escucho nuestra natural naturaleza, el cantar de un ruiseñor o de un mirlo, jilguero en primavera, aguantar la cháchara de esos bichos que muy bien pudieran estar en su justo y merecido sitio, ¡una real cazuela!

Vayan pensando que todo a la vez no hay cuerpo que lo aguante, la comunidad de aves de ésta índole está aumentando a ritmo descontrolado, y esto…, ¡esto ni puede, ni debe ser!

¿Se acuerdan de nuestros preciados crustáceos decápodos, esos hermosos cangrejos de río con gran cola, poca coraza, buen bocado y sabrosa carne?, pues para quien no lo sepa, ¡ya no quedan!, no los hay porque no se procedió a tiempo para eliminarlos, ¡así son las cosas!, lo mismo que ocurrirá si de una vez por todas el ICONA o quien tenga potestad en ello, no pone límite al destrozo que están causando en nuestra fauna. Dejar rienda libre para que pasen a formar parte de la mesa sería una buena Ley, ¡si es que esos bichos se pueden comer!, ¡claro está!

¡Ah!, como recordatorio a esos que posiblemente me estén llamando cruel y sanguinario asesino de aves indefensas, que soy incapaz de matar una puñetera mosca, salvo cuando empiezan a tocarme los arrimaos, ¡por supuesto!

Ya de paso, que esas personas que han tenido el valor, ¡porque hay que tenerlo!, de dejar en libertad a una especie invasora por no llevarlo a un sitio especializado y por supuesto, no ser capaz de escuchar ese sonoro e indescriptible charloteo de bichos con plumas sin escrúpulos en su propia casa, que por favor, antes de hacer semejante barbaridad piense en el resultado final, porque aunque los cazadores ya se encargan de eliminar el exceso de animales y mantener el ecosistema, con esos pájaros no pueden, ¡están protegidos! ¡Vaya, vaya, vaya tela! Ahí les dejo un enlace con el lindo sonido que generan y…, ¡cómo no!, imágenes de sus nidos y otros telares. Cotorras en #Alcorcón

Les dejo esta dirección para que escuchen ese lindo canto que a este paso olvidaremos. https://www.youtube.com/watch?v=1m5u7B_vPBA y esta otra para que comparen https://www.youtube.com/watch?v=Nsn0XGHt99M

Ustedes dirán.

Crónicas de un éxito anunciado. La presentación – Capítulo IV y final

Capítulo IV – La presentación

El público comenzó a entrar en la sala adaptada para la ocasión, hasta el punto de ocupar todas las sillas, y pedir más prestadas y aún así, al fondo quedó parte de la asistencia a vivo pie y piernas para aguantar la formación.

El espacio iba estrechándose continuamente, tanto que las cámaras de las afamadas televisiones y los periodistas de los diarios más prestigiosos empezaban a quedarse sin sitio, algo impensable en el plató, pero qué le vamos a hacer, así son las cosas. El tumulto empezó sentirse muy cómodo, ¡claro!, como que estaban jugando en casa, así cualquiera. Los organizadores al contrario, a mostrarse un poco nerviosos, no estaban acostumbrados a llenar hasta ese punto el espacio dedicado a dar a conocer una obra literaria, ¡vaya tela!, comenzaba la presión, ¡sí, señoras, señores, jovencitas, itos mariposas y otras aves de alta alcurnia!, ¡vive Dios!, y aún faltaba por llegar la nobleza, reinas que fueron antes y jamás dejaron de serlo que dispuestas estaban a ser peregrinas de Santa devoción de doña Juana, que conste que a la loca…, ¡no me refiero!, sino a la Sacristana.

Uno a uno fueron ocupando los sillares del tribunal Don Ignacio León Roldán, la princesa y ahora ya Reina, doña María, Don Rafael Gálvez y se dejó el Olmo y por supuesto y en medio, Don Enrique ¡Ehhhh! de Nicolás, justo como antes se decía y aprovecho para dejarle a ustedes rellenar la lírica y métrica de la rima, allá con sus conciencias. ¡San Juan, San Pedro y…, en medio! ¡Vaya tela señor autor!, que haberle tocado le ha de anfitrión y para aquellos que no conozcan la historia… ya saben, que se la pregunten a él.

El metro en hora punta, línea 10 en Tribunal parecía aquello, ¡eso sí!, nadie empujaba ni tanteaba los hermosos glúteos de su apretada y cercana compañera o al revés, que si los tengo duros es por tanto masajeo de lindísimas y bellas féminas que nada pueden hacer al sentirme a su lado. ¡Por soñar, que no sea!, sigo con la historia, ustedes dispensen, que a veces no soy yo, es la pluma que controlarla no puedo cuando le llega el chispón.

Pero que guapos y guapas estaban los allí pendientes de la oración, especialmente la bella María, que sonrisa en ristre, ¡sin armadura!, como es natural. Por allí se mecían y paseaban los de las rosas revistas del corazón esperando su notición y así fue, en especial cuando todo comenzó.

Don Manolo, alias “el teniente alcalde” inició el pregón, a la forma de Don Baltasar Gracián, por eso de “lo bueno si bueno dos veces bueno” y por si acaso, “y aún lo malo, si poco, no tan malo”, el caso es que nuestro estimado presentador sabiendo que con tanto literato suelto sin amarrar y que además había un especulador de la rítmica sátira asimétrica, decidió ser muy escueto con el discurso y darle la vez a nuestro protagonista a viva voz, que falta no hacía, puesto que a pesar del prieto estado de los allí presentes, se oía hasta la cojonera mosca del fondo del real salón, pero hizo bien, ¡se lo digo yo!, muy bien en apretar el riesgo y dar la alternativa al que estaba situado en medio…

Si corto fue el del segundo regidor, que les voy a decir cuando le tocó al anfitrión. Así como suena, y de refilón, soltó, ¡ahí te va mi querido padrino!, como quien se quita una piedra caliente de en medio y le tocó al representante de la casa de los Gálvez.

Al paso que íbamos los afamados periodistas y la televisión no iban a tener noticia de un renglón ni película para la unión. Pero de pronto…, ¡todo cambió!

Don Rafael, hombre curtido en mil crueles batallas, de las de antes, a sable, fierro y espada, y de las de ahora, pero sin coselete de malla a pecho descubierto y sin más miedo que el valor, inició el mensaje de tan importante presentación. No lo relato entero, porque no es de Ley, pero sí quiero decirles, que ante tan imponente acto, en el que la presencia del ánima de los fieros soldados de los Viejos Tercios y las madre que los parió, era latente, como un auténtico general de generales, cogió sus santos Griales, los presionó, domó y dijo, ¡aquí estoy yo!, ¡hostias, me he pasado…, ¡qué dolor!, y así empezó a soltar la arenga que tan bien a todos nos sentó, ¡tanto!, que por que no había enemigo, ¡si no!, no queda de él…, ni el humor.

Abiertos los ojos de todos los allí presentes ante tan valiente toma de decisión viendo y escuchando atentamente la elocuencia de la conciencia del que sabe lo que dice y de lo que trata, el valedor del ahijado que también sabía de fútbol y en especial de baloncesto, lanzó la bola con efecto al fiero cordobés, terror de los Alcorcojones del Madrid literario y de toda musa que precie su talento. Don Ignacio León Roldán, de una exquisita maniobra se lanzó a por el esférico en una singular estirada a lo Casillas, encasillando al vuelo el momento esperado. Una vez asegurada la pelota cogió pecho hinchando lo que aún le quedaba a base de oxígeno enriquecido con buena verborrea, y lo bordó. ¡Sí señor!, ¡qué gran partido de balón y pié¡, ¡qué rebotes, tientos, retientos, quiebros y requiebros!, en especial al principio para luego dejar el modelo amateur y empezar el profesional. Ahí se acabaron los halagos pitos, tambores flautas y reflautas, para comenzar con lo que se esperaba, el punto de vista de la obra, y breve explicación de cada uno de los relatos de la mano de un auténtico filósofo de la vida, esperanza y libertad.

Doña María Rey sonriente durante todo el acto, tanto que parecía haberse rociado con algún especial maquillaje que fijara el bello gesto, giró su preciada testa, pues sabía que en cualquier momento y sin avisar, entraría en escena y así pasó. De un rugido del León, soltó el testigo sobre su trozo de mesa, y ella, visto que salir corriendo no podía, levantó la cabeza, a todos miró y al muy estilo del sabio señor Gracián y Don Manolo, nos puso en antecedentes de la bella ilustración de “Secretos de Sacristía”  la obra del que ahora presto iba a socorrerla, a Don Enrique ¡Ehhh! de Nicolás me refiero. Éste con mando firme y cualidades innatas y desconocidas para el resto, puso en marcha con fluidez sorprendente y muy buena oratoria, la primera parte de la estrategia, dando unos pases, medias verónicas, completas, navarras, delantales, ravoleras, serpentinas y hasta unos propios de su mano, amapolas, rositas, flores, almejas y hasta mejillones. ¡Sí señor!, eso es arte y lo demás…, la suela del zapato.

Finalizada el diestro trabajo de la que sería una larga y corta exposición dejó paso al teatro, fino, contrafino, y bueno hasta hartarse, ofreciendo su capote y alternativa a los tres mosqueteros, con @ porque uno de ellos era mujer.

Comenzó así el narrador travieso, a Daniel me refiero, al que por divina providencia se le erizo el cabello en su centro, de frente a nuca, cual fiero animal que estaba dispuesto a lo que fuera por su objetivo, barba, perilla y bigote a lo new fassion, interpretando el papel y la escena con grandilocuencia, hasta que el turno de la obligada obra llegó a Doña María Luisa, otra excelencia de la comedia que allí se gestaba de la historia de Doña Juana la Sacristana, pieza bella en su esencia de la obra del ahora callado.

Tocole el turno de representación al párroco de la función, en este caso y de la mano de nuestro diestro Julito o Don Julio Valencia Monascillo, que en pequeño despiste situó su espalda cara al público, y es que los nervios hacen su presencia cuando menos te lo esperas y no era para menos, con tanto público y bien apretado razones sobraban, pero no le faltó talento, que lo tiene, así que de vez en cuando con los anteojos a media nariz, dábase la vuelta recitando al oyente directamente, cosa que al final a todos gustó.

Doña Juana mantenía un acalorado e intenso debate con el párroco señor, al que el narrador daba un empaque perfecto en la unión, así y casi al final de la obra, el señor cura sacó una buena ristra de chorizos de su propia cosecha, ¡que por cierto!, vino de perlas, porque hasta santiguarse llegó y a enviarnos a casa todos en paz, ¡como en la iglesia!

El público se tragó el embutido como si parte fuera, con sonrisas y carcajadas que mejoraron aún si cabe la interpretación, hasta que al final y esta vez de nuevo el travieso, simulando los gestos propios del sorprendido, añadió ese mágico tono pícaro y de humor que tan buen sabor de boca a todos nos dejó de la tan inesperada sorpresa que la sacristana se llevó.

Aplausos y aplausos que no cesaban, vítores, cánticos cual final de la copa del mundo de España, ¡a la que ganamos me refiero!, y todos en pie y el resto viendo lo que menos se esperaban, alegría y agradecimiento de ver un acto diseñado con mucho talento, ingenio, humor y amor, ¡el que se había puesto!

Las queridas hermanas del ahora autorizado escritor, pues hasta que no hay algo publicado y debidamente presentado se queda en intento o en un casi, a pesar de haberlos muy buenos por ahí, colocaron la mesa con los volúmenes a la venta y aquello fue “el apoteosis”, ¡que no que yo quiero tres!, ¡ya, pero a mí me hacen falta cinco!, ¡con uno tengo suficiente!, total, que en un pispas, no quedó ni la mesa ni el “apuntaor”, el recién estrenado vendió el camión que allí tenía almacenado.

Bolígrafo en mano, saludando cuan hombre hecho y derecho y acostumbrado, viose deslumbrado ante la fila, ¡perdón!, caravana que había generado de personas de todas las razas, colores y sabores que como locos y locas pedían su autógrafo. Aunque todo hay que decirlo, guardando las formas. Así que al cabo de no sé cuantas horas y agotados tres bolígrafos, con los dedos amoratados y flojera de muñeca, remató la faena.

Cuando nos quedamos solos, periodistas nacionales e internacionales de la prensa, radio, televisión e Internet, eso sí con duros recortes y por ello todo el trabajo quedó en manos de nuestro Abraham y cómo no, en ésta pluma, decidimos ir a Las Tres Chicas buscando un descanso, que merecido lo teníamos.

Allí en el interior de ese increíble local, donde a Rafael le habían colado un gol, que jamás olvidaría, aprovechamos y posamos todos de la mano, que era hora de una buena portada, radiante de felicidad por todas partes, y así el mayor de los Bárcena tomó lo decisión, cargó, apuntó y disparó la gran portada.

Ya en la terraza de noche y con frío, que estas zonas duras para estos menesteres, sentados en las sillas, Julito se empeñó en leer un fragmento a viva voz de La Venganza del Altozano, concretamente una de las cartas de Don Ferrando llamado “El Cateto”, y es que lo disfruta el caballero, ¡tanto!, que vive el personaje que si suyo fuera.

Allí escuchando a nuestro intérprete disfrutábamos de la paz después de un duro día donde todo había cuadrado a la perfección. Tras el relax merecido, decidimos que muy a nuestro pesar, no deberíamos quedarnos a ver el pregón y al pregonero, que por segunda vez tocaba en el mismo regio y ya experimentado don Enrique.

Así que nos repartimos en los coches, pero en esta ocasión Rafa no quiso venir conmigo, ¡aún no me lo creo!, con el viajecito que nos dimos, posiblemente sería por si acaso veníamos de vuelta por Almería, y no se lo reprocho, pero esta vez no iba a ser así, puesto que amordacé a los cabronazos de los chinos que nos la habían jugado a base de humor amarillo y a golpe del sentido común y de la orientación de las estrellas, que esas no engañan y de algún que otro cartel que nos encontramos por el camino, llegamos a nuestro destino en un santiamén, incluso con la mitad de una hora por delante de nuestro querido Rafael.

Paramos en los Alcorcojones, en el mismo establecimiento que el de esta misma mañana, las chicas, Altamira y María Luisa aún tenían por delante una dura jornada, regresar al Torrox de Málaga en esa misma noche, y es que los tienen tan bien apretados como los de miura, ¡se lo digo yo!

Dentro de la cervecería, cada uno corriendo como podía a sacrificar el líquido elemento que habíamos acumulado, ¡por favor!, ¡eso lo primero!, así que aligerados del peso, unas y a ellas me refiero, volvimos a cargarlo, pero en esta ocasión a base de colas.

Al fin y a punto de presentar cara a la carretera, llegaron los tres mosqueperros, que así se habían quedado al vernos finalizando con la faena de cumplir nuestros deberes con la sana alimentación y recuperación. Pidieron sus respectivas bebidas, todas ellas acompañadas del preciado tesoro de un buen bocado, dieron tiento a lo que se daba y ya en la calle, la despedida, de las dos mujeres con más cojones del planeta, y en esta ocasión válgame la intención de la palabra, que aunque no sean sus atributos, bien merecido lo tienen, y no por masculino, sino por el tesón y narices que falta hace para meterse a esas horas otros quinientos y un pico más de kilómetros.

Besos, ternura, que derroche de amor, cuánta locura, jajaja, encajan las letras de esa bonita canción, porque así fueron los abrazos agradecidos de todas las partes por un día inolvidable del que todo cuenta, los que fuimos, los que nos esperaban y por supuesto, los habitantes de tan ilustre pueblo, donde los políticos son lo que debe ser, unos amigos más del resto que gestionan los recursos en pos del bienestar y su futuro, incluido y hasta ahora sin nombrar el ilustre señor Don Juan Gómez, el primer regidor.

Crónica del Foro de Turismo EFE o «F», como ustedes lo estimen oportuno.

Foro de Turismo EFE o “F” como ustedes consideren oportuno.

La pasada semana me llegó una invitación vía Internet para acudir al Foro de Turismo organizado por el ministro de Industria y Turismo, Don José Manuel Soria, el embajador de Alemania, Don Peter Tempel y la agencia EFE. Cuando abrí el correo pensé que era una broma, ¡pero no!, a alguien se le había ocurrido la brillante idea de que un servidor podría ser de utilidad para conocer el contenido y los contenedores de dicho evento, y por cierto, lo que agradezco enormemente, porque esto indica que esta pluma a veces dulce y otras un tanto canalla, va más allá de lo esperado.

Hoy, y como no podía ser de otra manera, me acerqué a ver de qué iba el tema en cuestión, no por el eje de la noticia, sino por saber si se habrían equivocado o simplemente un servidor había entendido mal el origen de la cortesía y por lo que me volví a quedar sorprendido, entre otras cosas porque la sala era un auténtico hervidero de periodistas de verdad, como esos que salen en la tele, cámaras, pitos y demás flautas y éste escribano, con mi excelente panorámica del mordisco en la manzana, que de esto no anda coja. ¡Qué les voy a decir!, pues que visto el origen, adopté la postura del que aparenta saber pero no tiene ni idea, y aquí estoy, narrando la historia de un foro en el que de nuevo me llevé buenas sensaciones del panorama nacional en cuanto a turismo se refiere, y alguna que otra decepción del germano, que entendí nos necesitan para que nos gastemos los cuartos en tierras de lo que queda del Sacro Imperio Germánico, porque se ve que allí los brotes verdes se están secando y necesitan de nuestro santo matrimonio y por supuesto patrimonio.

Comenzó el señor Tempel explicándonos qué es Alemania en estos momentos y la necesidad de viajar, así como recordándonos que estábamos en la víspera del aniversario de la reunificación de los dos pueblos separados por la segunda de las guerras llamadas mundiales y como es de saber, la caída del muro de Berlín.

La intervención de Soria fue correcta en todo momento, sin dejarse llevar por las peticiones del diplomático germano tiró y barrió para casa, ¡como tiene que ser!, ¡sí señor!, en un principio puntualizando sobre la importancia del turismo a escala global, posteriormente en Europa y continuando con la evolución en España, ofreciendo además enriquecedores matices de los últimos años en los que destacó, la sobriedad de nuestra competitividad, la importancia en nuestro producto interior bruto del sector, puestos de trabajo y por supuesto, las escalas de flujo y del turismo en general.

Finalizada su intervención, tengo que decir que posiblemente dejó a los siguientes ponentes sin datos que aportar, puesto que el foro se fue de viaje por peteneras, ¡así como lo escuchan!, ¡ni turismo ni leches!, datos macroeconómicos de la potencia de los alemanes, pitos, rollos y demás violines, recuerdos de cómo iban a Checoslovaquia desde el lado oriental y occidental simulando turismo para reunirse entre familiares, etc. No pude quedarme a escuchar al último ponente, profesor de la complutense por falta de tiempo, pero ya me contarán qué puede decir este señor sobre el turismo, sistemas y formas de mejorar la competitividad en la actualidad, estrategias para captar o simplemente maneras de enseñar la mejor forma de visitar y conocer cualquier región, salvo del origen de su historia, que parece estar al día, es decir y en castellano del de toda la vida, un encuentro teórico sobre turismo que de esto tenía lo que yo de alcalde, salvo, vuelvo y repito, las palabras de nuestro ministro.

Cierto es y como muy bien explicó, que no tiene sentido el esfuerzo que la nación está realizando en dar a conocer nuestro país y la marca España y que algunas comunidades intenten o cobren un canon o impuesto a los turistas que les visitan, o simplemente paralicen y retrasen la llegada de visitantes temporales y ávidos de conocer nuestra historia y cultura, que dicho ya de paso se dejan sus talentos por el camino, como es el caso de Colau en Barcelona. Así son las cosas por estos lares, unos luchando para que todos vayamos hacia delante y otros poniendo traspiés cada vez que ven la posibilidad de florecer la primavera gracias a sus rivales, y ésta igual da que sea de una o de otra manera, que para el caso, siempre es lo mismo.

Conocí al ministro siendo alcalde, esto debido a las telecomunicaciones e Internet allá por los años 98 o 99 del siglo pasado. En aquel momento fui invitado por el nombre de los modelos de las máquinas o cabinas de acceso público a Internet, “NM Canarias, NM Taburiente, Hierro o Lanzarote”. Les cuento esto, porque me crié en el centro de Gran Canaria, en un hermoso pueblo llamado Santa Brígida y que a pesar de los pesares y de tener a San Mateo siempre encima, sigue estando en el mismo lugar y por supuesto, porque deseo que entiendan el trabajo de tan loable gestor.

Las Palmas era un solar cuando me trajeron mis padres a la capital, seco, descuidado, desaliñado y al pairo de los diferentes intereses, donde las casas bailaban a su ritmo y tan sólo un único sitio en la isla disponía de césped, que además respondía por aquellos entonces al Parque Doramas, el famoso caudillo guanche que defendió su tierra con la vida. Digo esto a fe mía, porque a los pocos años y aprovechando un viaje de negocios me quedé sorprendido del cambio de la capital canaria, había pasado de un desastre total, una ciudad tercermundista a un auténtico vergel, al menos para mí lo parecía, casas recién pintadas, césped por todas partes, una ciudad limpia y además organizada.

Durante aquella noche en una terraza habilitada para la ocasión y enfrente del hotel Santa Catalina, me presentaron al regidor. Una velada memorable, pueden estar ustedes seguro de ello, entre otras porque metí la pierna en el hoyo unas cuantas veces, cosas que ocurren cuando no se ve la tele, como es mi caso y caen un par de cubatas con alegría. Me documenté sobre la vida y buen hacer de “Pepe”, como le llaman sus amigos y conocidos, un hombre que se presentaba en su despacho sobre las seis de la mañana y que no palidecía por la cantidad de trabajo que le caía encima. Así era y sigue siendo, me consta porque después de hablar largo y tendido con él, me di cuenta que estaba comprometido firme y fielmente con sus gentes, de ahí que en aquellos tiempos le respetaran como lo hacían. También pude hablar del país y otras cuestiones que no vienen al caso, por lo que deduje que era un hombre que amaba la tierra entera que le parió, es decir España, y que además había asumido su cargo como un servicio a los demás, por lo que al cabo de unas horas le dije textualmente “sigue así y llegarás a ser el presidente de esta nación”, y lleva buen camino.

Hoy he podido ver lo mismo que en aquella ocasión, pero aún mejor…, si cabe, puesto que jamás le había visto en una oratoria, de la que puedo decir que le sobra elocuencia y sabe de expresiones, algo de gran valor y muy escaso en sus compañeros de partido, sabe tratar y hacer llegar el mensaje, convence y no duda, da los números pero también los acompaña con verbos. Lo único que creo que le falta, es ejemplarizar o mejor dicho, utilizar metáforas que permitan al oyente e interesados entender el mensaje con mayor facilidad, puesto que para mí es fácil, los números y estadísticas no se me dan mal, pero la gran mayoría necesita un pequeño cuento que indique el contenido en un  modo más cordial, cercano y ameno.

Las plazas y toros que lidia no son ni nobles ni sencillos, incluso les diría que una tanda de picadores y una centena de banderilleros le irían bien antes de arremeter con la faena. Por una parte Industria con los intereses que todos conocemos y hemos vivido cuando cogió su cartera y tuvo aquellos famosos enfrentamientos con su homólogo de Hacienda, todo por buscar un impuesto que no pudiera gravar al usuario y sí a las compañías eléctricas reduciendo el famoso déficit tarifario, o cuando se tuvo que enfrentar a todos sus adversarios políticos en Canarias por la búsqueda del petróleo y que según mi criterio hizo correctamente, solo faltaba que nos echáramos atrás y fuera nuestro vecino Marruecos el que explotara los posibles yacimientos ensuciando tierras tan bellas como Lanzarote, Fuerteventura e incluso Gran Canaria, para luego negociar un gran pastel de negro petróleo por acuerdos pesqueros y no ver un solo real, ¡faltaría más!

No piensen que el enfrentamiento se produjo por temas ecológicos, ¡ni en sueños!, la realidad es que el PSOE, CC, UPC y otros partidos habían echado el ojo al posible botín, por lo que no les quedaba otra alternativa que presionar para exigir su parte, esa es la auténtica verdad, y lo demás, ¡un puñetero cuento!.

Me consta que ambos ministerios los vive igual, de hecho creo firmemente que este señor ama su pueblo y su tierra y así lo está demostrando, ¡a fe mía que sí! y si mañana le llega la oportunidad tendríamos un buen gestor en todos los sentidos, una persona capaz de hacer llegar el mensaje de recuperación y estabilidad sin tocar los más sagrados y rigurosos derechos, con ello me refiero a sanidad y educación porque se encuentra a gusto con lo que hace, entre otras cosas porque es sabedor de «que lo bien hecho, bien termina pareciendo».

Habrá quienes piensen que por dar un piropo a quien lo hace bien me encaja en un partido político, tan solo puedo decirles, ¡que ni en broma!, sigo teniendo afinidad con las personas, pero no con quienes pretenden colocarme de uno u otro lado, así son las cosas. Por cierto, si no es personaje de Andayquelesdén y la comarca de la Joda, es que de momento y para mí, está cumpliendo con su trabajo.

Crónicas de una éxito anunciado – Viandas y otros placeres – Capítulo III

Capítulo III – Viandas y otros placeres

El sol de la mañana habíase centrado en el ecuador y un poco más, pero nos enviaba las radiaciones como si no estuviera de acuerdo con nosotros, o quizás para darme una colleja por haberme equivocado de ruta y por supuesto, no haber sido capaz de calibrar el servicio del carro, que por cierto, digo y afirmo, que no era el de Manolo Escobar.

Llegamos a la vivienda de la familia de Nicolás Cabrero, el mayor de los varones y único, quien nos recibió con las manos abiertas abriendo la puerta de la estancia dónde íbamos a celebrar la Gran Comida, que no la cena. Digo esto, porque quizás a estas alturas y después de leer todo el viaje, piensen que pueda ser de noche y juro que no se lo reprocho, ¡pero no!, eran un par de horas pasadas del medio día de España, es decir, a eso de las 15:30 o quizás las 16 horas, el momento perfecto para dar rienda suelta a nuestros instintos, ¡perdón!, quería decir intestinos.

Según fuimos entrando nos encontramos la mesa puesta y…, ¡qué grata sorpresa!, aparte del cordero, un político. Ambos asados al estilo segoviano. ¡Que vistas, señores y señoras!, ahí estaba el pobre animal dispuesto a entregarse por las buenas para hacer disfrutar a todo el cortejo, después de muerto, ¡claro está y en paz descanse! ¡Vaya detalle!

Cada cual fue tomando asiento, mientras María Santos, Sole y Rosa, por orden de jefatura, comenzaron a servir una ensaladilla casera de esas que te quitan el hipo. Dos afamados reporteros gráficos grababan las imágenes de tan importante día. Por un lado el ilustre y conocido caballero Abraham, de los de toda la vida, con una caja de registros modelo la hostia y la madre que la parió, una de esas cámaras profesionales que no se equivocan jamás, si el manipulador sabe utilizarla, ¡faltaría más!, y la conocía a la perfección, y por otro lado, el que redacta, con un chisme plano, eso sí con un pantallón y marca la mordida manzana intentando captar el acontecimiento que allí se celebraba.

Me indicaron varios sitios para sentarme, y ¡por Dios que me placía!, pero…, mis padres me ensañaron a no sentarme el primero, y palabrita del niño Jesús, siempre espero, así que en el lugar que quedó, justo entre los robustos caballeros de la mesa, hoy  alargada y a la altura aproximada del treinta por ciento, ¡disculpen los detalles!, que a veces se me va la cabeza por peteneras, pero sirve para ilustrarles la longitud del soporte de las viandas…, tomé asiento.

¡Vive Dios!, cómo estaba la rusa, ¡perdón!, quería decir la ensaladilla, no piensen mal, y es que en ocasiones cuando hay algo que me gusta con devoción, le pongo tanto, tanto amor…, que intentando describirlo y siempre me falta un tornillo, en esta ocasión, la justa palabra que finiquita la definición.

-¿Te pongo un poco más?- Me preguntó Rosa.

Y quien iba a decir que no a la raíz de la declinación de tan bella flor en Latín, ¡por Dios!, pues ala, ¡que sí!, y puso la guinda que faltaba.

Cuando el conjunto de los que allí estábamos remataba el primer plato, nuestro anfitrión levantose de la mesa y tomó la dirección adecuada…, hacia el político, con cara de buenas pulgas para los comensales y muy malas para el ejecutado, ¡así son las cosas!, y con una preciosa pieza de la vajilla de la señora María, ¡con dos…!, hizo el evidente signo de Cándido cuando iba a partir el cochinillo. Para aquellas personas que no lo sepan…, partirlo a golpes con el plato. Visto lo visto, salí en defensa de los recuerdos de la familia, porque Enrique, había puesto el ojo y marcaba el entrecejo de forma tan cruel, que estaba dispuesto a acabar de una vez por todas a separar las piezas con la porcelana.

-¡Para Enrique!, que esta tiene muchos años, utiliza la misericordia, que tampoco es para tanto.

Y así hizo, cuchillo en mano, cual frío soldado al que dan una orden de acabar y eliminar al enemigo en pleno silencio, acercó el filo, clavó la punta justo en la nuca y de un certero movimiento…, sin separar la daga del fondo de la cazuela de barro y en ambas direcciones…, separó la cabeza de Pujolín, que así parecía llamarse, o al menos me daba la impresión.

Nadie aplaudió el momento, pero todos, cada uno de los allí presentes, sabía que en este día, un pobre puerco había servido de modelo. ¡Coño!, disculpen vuestras mercedes, ¡caray!, que a veces sueño despierto.

Decía…, que el ejecutor, separó y dividió la cabeza del resto del cuerpo con una maestría propia de un justiciero de afamados restaurantes segovianos, ¡nada más! No piensen ustedes mal, ¡por favor!

Cada vez que separaba un trozo, el chasquido de la piel nos elevaba al séptimo cielo. El ruido era similar al de una hoja seca cuando es aplastada mientras andamos por el bosque en un soleado día de otoño, o quizás mejor nos sirva como ejemplo, el pan tostado al horno cuando lo masticamos. Aún ahora…, después de cenar y explicando la escena…, se me hace la boca agua.

Pobre animal, qué le vamos a hacer, así son las cosas, es la pirámide de la vida y no hay más, Santo Tomás, por aquí, ¡no!, ¡eh!

En cuanto el diestro finalizó la faena, la familia en pleno empezó de desempeñar la labor que a ninguno nos permitió ejecutar, colocando las porciones del porcino halado y la del corderillo en cada escudilla.

Pepe, una vez sentados todos y dispuestos a hincar el diente a los manjares con tanto cariño preparados y servidos, levantose de la silla y a viva voz, reclamó nuestra atención. Allí soltó lo que dijo, unas perlas unidas que conformaron frases de agradecimiento y cariño por el trato que nos estaban dando, y así sin más, tras el aplauso generalizado de los sentados, sillas e incluso el verde tractor, todos a la una, como en Fuenteovejuna y puestos de acuerdo por no se qué, comenzó la libre adoración al gorrino y al ovino con mucho esmero y gran satisfacción.

¡Que bendición!, cómo estaban aquellas viandas, ¡la madre de Dios!, que junto a la ensaladilla y el vino de nuestro Eloy, habían cubierto y superado las expectativas de cualquier invitado, ¡se lo digo yo!

Moviendo mandíbulas en una y otra dirección estábamos todos. Durante ese momento, juro y perjuro, pero con los dedos cruzados, ¡que equivocarme puedo por devoción al marrano!, que allí no había ninguna voz, más bien lo contrario, chasquidos y sorbos de buen caldo y algún susurro que no levantara la concentración. No era plan y no suele darse, pero por si acaso, que algún mago de la zona le diera por resucitar a los bichos y de pronto salieran del plato a salto de mata. Así que puestos en batalla, mejor dejar los huesos limpios que una vez bien aseados ya nos daba igual.

En unos minutos que parecieron segundos no quedaron ni las osamentas del esqueleto, y no era para menos.

Comenzamos con la sobremesa que poco a poco se fue animando recortando el tiempo que nos quedaba para la hora “E”, el momento tan esperado por nuestro querido Enrique, así que viendo como se nos echaba el tiempo encima, decidí tomar la alternativa e ir al grano con un punto que aún no habíamos finiquitado, mejor dicho, dos. El primero de ellos ensayar uno de los relatos de la obra, para ser más concreto, “Doña Juana la Sacristana” y el segundo, una entrevista que Altamira debía realizar a nuestra estrella de hoy, para colgarla en la sección de grandes maestros de la literatura de los dos Últimos siglos en su página www.compraventacoleccion.com , así que viendo el panorama, achuché a la formación y al momento comenzó la función.

En un principio habíamos realizado el reparto de tal manera que de la voz del narrador se haría cargo la garganta de Enrique, para el cura…, Julito, pero teníamos algunos problemas con la representación de Doña Juana, alma permanentemente en pena por la situación de la juventud actual, pero…, Doña María, la reina del grupo de Alfareros en Alcorcón no parecía muy dispuesta a dar vida a la sacristana, así que empezó el rifi-rafe típico de quien quiere pero no se atreve.

Nombramos a la primera voluntaria, en esta ocasión a la entrevistadora del autor, que encajó correctamente los primeros pases, daba los tonos con seguridad, pero le faltaba voz, así que su compañera de viaje de tierras malagueñas, Doña María Luisa, tomo la alternativa dando ese do de pecho que nos faltaba para cumplir con los requisitos como Dios manda. El encargado de narrar la historia de pronto se opuso a seguir con ella, y no se le ocurrió otro disparate, que intentar que el articulista de esta crónica fuera el encargado de llevarla a buen puerto, a lo que respondí:

-Enrique, tengo alto y grave el tono, pero también sabéis que carezco de las entonaciones precisas para dar dulzura y amor a los personajes. Más bien todo lo contrario, en cuanto intente alzar la voz para darles vida, pensarán que estamos a punto de atacar a los moros, lanza y espada en mano y dispuestos a dejarse la piel en defensa de lo que fuere, pues la mía suena más al grito militar de una arenga, que a las palabras que cantan y dibujan en el aire los contenidos y las expresiones de los protagonistas.

Como es de prever, allí que todos me conocían no aplaudieron la decisión por cortesía, pero es la realidad. Le di el testigo a nuestro Pepe, pero en cuanto me di la vuelta ya se lo había dado a Daniel, su hijo, y acertó de pleno. El caballero se puso el disfraz invisible del que describe el acontecimiento del relato, y lo hizo a las mil maravillas, así que allí les dejamos, ensayando parte y final de la  representación mientras el requerido y futuro afamado de las letras y su entrevistadora se maquillaban en los camerinos, con la intención de ponerse a la altura de los venideros acontecimientos, para el que nos faltaban un par de horillas. Serían aproximadamente 240 minutos pasado nuestro meridiano del mediodía habitual, ¡a la hora de la comida me refiero!

Mientras escuchaba a los artistas ensayando la genial obra, miraba el reloj solar de vez en cuando, la sombra se iba trasladando y que de la zona de maquillaje y otras leches, no salía nadie. Así que rato en uno y otra parte, empecé a dar un poco de prisa a los interesados, que el sol apuntaba cada vez más bajo. Me asomaba una y otra vez a la puerta donde se estaban preparando con un:

-¡Se está haciendo tarde!

-¡Si casi he terminado!, respondía Altamira

-Así llevas ya un buen rato, a este paso necesitas un par de días.

-¡Que sí, que ya voy!

En fin, que les puedo decir a ustedes sobre estos menesteres que todos conocemos sobradamente. Una hora después, la misma que faltaba para la función, salieron ambos humanos perfectamente vestidos y decorados, cual muñeco y muñeca al estilo Barbie de nuestra época, pero en español y por supuesto…, con unos años más.

Él con vaquero y camisa a cuadros muy bien planchada, y ella…, como una auténtica musa, a la que solo le faltaba el chisme ese que se ponen las hijas de la Gran Bretaña y también condesas, marquesas de esta España sobre la cabeza para parecer salida de una boda real, creo que se denominaba con el mismo nombre de una tal Anderson, ¡sí!, como la de los Vigilantes de la Playa y que estaba…, ¡cómo estaba la criatura!

En los ciento y pico caballos y no sé cuántas yeguas del carro del escritor, salimos quemando herraduras en dirección el punto natural acordado. Después de tomar la única curva que hay con las cuatro ruedas, aparcó junto al edificio del Ayuntamiento. Nos bajamos y enseguida apareció la concejala de cultura de la villa, Doña Tere, para los amigos, y para el resto, pues también. Tras las presentaciones apareció el comandante alcalde Don Manolo, y en las mismas circunstancias que su compañera de gestión, es decir así para todo el mundo. Desde luego puedo decirles que mi saludo les dejó un tanto extrañados.

-¡Hostias, políticos!, con lo bien que me siento entre ellos.

Enrique que vio el percal y como conocedor que es del extraño sentido de humor que poseo, salió al lance para quitar un poco de tensión.

-No le hagáis caso, que se la va la vaina de vez en cuando, pero además es inofensivo.

Enviada una gran sonrisa y calmadas las aguas, abrieron la puerta del edificio de los regidores del pueblo, ¡pero con llave!, no vayan ustedes a pensar mal, que no todos los políticos son malos, más en estos lugares donde todos se conocen y al final la afinidad a un partido borrico, ¡perdón quise decir político!, viene más porque de algún lado hay que estar, que por otras cosa. Puedo además justificar estos menesteres, porque entre otras cosas los jerifantes de estas minúsculas poblaciones son amigos de todos, incluso de la oposición y desde luego puedo garantizarles, que allí los salarios no son como en otros lares, ¡solo faltaba!, y menos con la historia de que esta villa tiene detrás.

En fin, que entramos en la sala dónde se celebran los plenos, pero no los de los bolos, sino las reuniones típicas de…, esto tenemos y ahora que hacemos, y demás menesteres típicos de los que gestionan los fondos que no son reservados, y empezamos a ver como organizábamos el evento.

Mientras Tere o Manolo, ya no lo tengo claro quien fue, nos traían el proyector, aproveché  para poner orden en la sala al más puro estilo de un director de cine. Tu ponte aquí y el allá, colócate de esta o de aquella manera, ese perfil te va mejor, se te está cayendo el gotelé, ¡perdón!, el colorete, ¡que vengan los de maquillaje!, ya saben, cuestiones típicas de las puestas previas en escena. El caso es que una vez situados como auténticas estatuas, uno frente al otro y de perfil a la cámara plana modelo la manzana con un bocado, les puse en antecedentes de la importancia de hacer las cosas con naturalidad, y así pasó, desplegaron tanto encanto campechano, que no había forma de lograr una toma sin carcajadas ni bromas, pero muy en especial la entrevistadora, que mostraba tanta vergüenza ante el hombre cámara, que no daba una con las preguntas al entrevistado. Así estuvimos un rato, hasta que encontramos la posición adecuada en la que ella, podía leer sin ser vista y a tramos finalizamos aquel suplicio.

Empezamos a ver las posibilidades del proyector, pero teníamos un problema con la pantalla, por lo visto no funcionaba correctamente, así nos lo hizo saber la concejala de cultura.

-Enrique, ¿puedes conseguir una sábana blanca y salimos al paso con nota media notable? –Le comenté

En esto entra el ilustrísimo 2º de a bordo, Don Manuel, tira de una anilla que había en la pared, y baja la pantalla fijándola con una herramienta dispuesta para la ocasión. La sorpresa fue mayúscula para todos, pero sobre todo para el articulista, tanto que me salió lo que más temía, una de esas bromas que duelen sin haberlo dicho a propósito.

-¡Pero hombre!, tal vez no sabían que la pantalla solo funciona cuando le da el foco del proyector.

Enrique que escucha, yo que me doy cuenta de la que acabo de soltar, miro a Tere y…, ¡tela! Suerte tuve que el protagonista de esta fiesta intercediera de nuevo por éste narrador, porque si no, me envían directamente como cabestro para guiar a los toros en los encierros. Pedí disculpas y aparentemente aceptadas, continuamos con la preparación de la sala que serviría de “congressus punctum” a todas aquellas personas que querían conocer el libro de relatos. Espero haber empleado correctamente el latinazo que me ha enviado ahora mismo Rosa, pero que aparentemente ha quedado niquelado.

Puedo decirles que pasé vergüenza propia, que no ajena en los minutos posteriores, hasta que se me acercó el teniente alcalde y le dije:

-Tengo un cuadernillo de Andayquelesdén, ¡qué menos que daros una sátira política por la metedura de pata!

Y otra vez introduje piernas con pantalón incluido en el hoyo, ¡vaya día!, y eso que me prometí callar y no abrir la boca. Bueno el caso es que no se lo tomó tan mal, por lo que añadí.

-Toma, éste es, pero te voy a pedir un favor, no te lo leas hasta que me haya ido, que o quiero ser esparring de los hastados.

Clavó sus ojos sobre los míos, dejó ver una cómplice sonrisa y me quedé en paz, porque al fin y al cabo no hubo maldad en los arranques incontrolables de aquel hermoso día.

Ya estaba casi todo listo, proyector enfocado, tribuna, sillas todo perfectamente colocado y a la espera del gran momento, eso sí, en previsión de falta de asientos, nuestra reportera del tres al cuarto y mitad se acercó al bar Las Chicas por si se diera el caso de quedarnos sin monturas suficientes, y así ocurrió, le dejamos sin las imprescindibles butacas de cuatro patas con respaldo al más puro estilo piscina en la terraza, puesto que no nos esperábamos tanta asistencia, pueden estar seguro de ello.

Como era el momento de liar un cigarrillo de chocolate, me refiero al de los estancos, no vayan a pensar…, que ahora están de moda los sabores en el tabaco, que si vainilla, húmedo, fresco o seco, menta poleo, ¡de este no hay!, pero ya verán como en poco tiempo le hay incluso con aroma a fabada y cordero para antes de la comida, con aroma a melón, sandía en la época, claro está y en el momento del postre, e incluso a mus y dominó, ya lo verán. Al caso, que me quedo sin tinta en la pluma. Les decía que me asomé a la puerta con la intención de llenar los pulmones a base de unas buenas caladas de delicada nicotina con leves toques de alquitrán de Puerto Rico y unas briznas de chocolate caribeño, cuando de pronto puede observar, cómo alguien subía la cuesta del Ayuntamiento y la iglesia en bicicleta impulsándose a base de escorar el volante con violencia y cariño a la misma vez y a ambos lados, ¡pero sin pedales! El manillar era recto, como si alguien se hubiera cabreado y por sus santos talentos hubiera soldado un tubo de acero de metro y medio de largo. El individuo que manejaba el artilugio era propietario de una pericia hecha a base de darse hostias, ¡digo yo!, porque viendo la inclinación del objetivo y que no había fuerza centrífuga que impulsara el invento, subir aquellos veinte grados de pendiente sin utilizar pedales me parecía algo bastante complicado, quizás, todo depende, porque con unos cuantos cubatas es posible que suba sola gracias a la inercia del alcohol, ¡nunca se sabe!

Se estaba acercando el momento cúspide, la hora “E” que tanto pavor causaba a nuestro ilustre escritor cuando empecé a buscar a otro compañero que venía de Valladolid, a José Francisco Sastre me refiero, autor de entre otras cosas de la saga de Calet-Ornay y al entrar en la sala de nuevo me lo encontré de pie y en compañía de nuestros colegas de pluma. Estuvimos dándole un poco a la húmeda, como se decía antes en los barrios chulos de Madrid, sobre diferentes temas en cuestión y mira por dónde, me dio un relato que obedecía al nombre de Pereza, que en aquel momento no puede leer, pero que más tarde así hice y me sorprendió por la calidad de la escritura, la pasión que había puesto y el contenido. Francamente tuve que darle mi enhorabuena.

Le comenté que se acercaba el momento de colocar a nuestro anfitrión en el tribunal del pueblo, ahí sabríamos tanto él como los demás, si tenía los dotes bien apretados para enfrentarse a sus paisanos y salir por la puerta grande, sin orejas y sin rabo, ¡no vayan ustedes a creer que…,! simplemente es que no sé que decir sobre el diestro, si comento que sale con todos los trofeos igual me tachan de taurino, ¡que no lo soy!, y si hago lo contrario de anti, ¡y tampoco!, así pues dejemos al valiente con todas sus piezas donde antes las tenía colocadas, y si llega el caso, lo pide y es necesario se le castiga con el estiramiento de una de ellas, ¡y ya está!, que siempre es mejor que sobre, ya lo dice el refrán…, a que falte.

Crónicas de un éxito anunciado – La llegada – Capítulo II

Capítulo II – La llegada

Al fondo apareció el pueblo, nos dirigimos hacia la dirección acordada y allí nos encontramos a Enrique, esperándonos en la acera de la calle con cara de preocupación.

-¿Pero dónde os habéis metido?

En esos momentos tomé la mejor decisión, dejar que nuestro alma mater soltara todo lo que quisiera por la boca, porque al menos allí pisábamos tierra firme, llana y tenía dónde esconderme, pero se ve que el caballero estaba tan agradecido por haber llegado sanos, salvos y al fin, que saludó y soltó un breve e irónico festival de palabras.

-Hemos decidido que merecía la pena que esperarais una hora y media más de la hora acordada, así nos echabais en falta y ya de paso, volvía a visitar la catedral de Burgos y Casablanca, ¡si falta hiciera!

Nuestro anfitrión viendo la sutileza del que se queja con desparpajo pero que aguanta estoico y no lo manda todo al carajo, contestó.

-Pues haberme avisado, y ya de paso, os habría dado media hora más para ver la Sagrada Familia de Barcelona.

Los ánimos fueron bajando de temperatura, en unos y en el otro sin embargo subieron, justo cuando hizo presencia la reina de la ruta, que vistiendo de rojo carmín color, dejó a nuestro galán “pasmao.

Hechas las presentaciones nos llevó a al interior de la casa de sus padres, mejor dicho, al medio pueblo, porque dentro de esa vivienda casi cabía un campo de fútbol. Un hogar a la vieja usanza, donde el granero, gallinero, corral, chiquero, patio, garaje, farmacia, hospital de día, de noche, aeropuerto, la M-50 y como es natural la vivienda, todo uno en un montón, juntos pero separados y muy bien organizados.

Un tractor con las llantas amarillas y el resto de verde color nos recibió a la siniestra, seguimos y empezamos a ver a nuestros compañeros, por mi gran error separados en el camino. Tengo que decir que se comportaron como auténticos caballeros, pues nada dijeron sobre el tema, y que les puedo decir yo, a callar que no era para menos, jajaja.

Enrique nos presentó a sus padres, Eloy y María Santos, hermanas Rosa y Sole, y cuñados, todos por cierto, encantadores. Una vez cumplido con los requisitos y formalidades del momento, la señora de la casa y sus dos maravillosas hijas se empeñaron en que tomáramos unos aperitivos acompañados de un excelente tinto de cepas centenarias elaborado por ellos. Pueden estar seguros que ninguno dijo que no. Catamos el licor de Baco disfrutándolo y paladeándolo como si fuera el último, en especial mi copiloto, compañero de batallas y fortuna del dios del zumo de la uva fermentada.

Aún quedaban por llegar Pepe Bárcena, su hija María Rey, artista de las ilustraciones de las novelas de Alfareros del Lenguaje, el travieso de Daniel, y que o no digan que le falta la pinta, Abraham, quien de forma completamente altruista, plasmaría con su caja de registros de imágenes el acontecimiento del día con una mano profesional como hay pocas y por supuesto…, Gloria encantadora madre de un cuarteto del que habían venido tres y compañera del alma e inseparable del padre.

Me sorprendío que Ignacio, Nacho para ustedes, o el León de Alcorcón, el Cordobés, etc, y Julito, no hubieran aprovechado la jornada para darnos unos muletazos o unos recortes a lo José Tomás, acompañado de unas banderillas fosforescentes y burros como equinos rejoneadores, pero claro, lo que hasta el momento no sabíamos, es que ellos también se dejaron guiar por un GPS chino, jajaja, así que todos en paz, que cuando hay muchos toros y muchos toreros al final la cornada puede venir de quien menos te lo esperas.

Por lo que estábamos viendo la familia Bárcena también había contratado otro “aparato made in amalillo colol azaflán puesta de sol en Singapul”, pero éste en huelga, ¡como no!, al estilo europeo.

Visto que los invitados que faltaban por llegar podrían hacerlo al día siguiente o un par de meses después, nos fuimos a dar un paseo por la villa, y con órdenes precisas de Don Eloy, quien junto a sus hijas y señora no nos dejaban colaborar en nada, así que visto el panorama, aprovechamos para conocer la historia de Santiuste, allá por el siglo XI. Por cierto grandes en las crónicas de los anales de nuestro país, pues entre otras cosas, fueron parte de la llamada Cuadrilla de Neguillán, partícipes en las milicias de la reconquista de la Ibérica península, asistiendo en la Toma de Baeza, la batalla de las Navas de Tolosa, los cercos a Tarifa o Algeciras entre otros, en las batallas de Olmedo a las órdenes del Marqués de Santillana señor de Coca, en la batalla de Toro con don Alfonso de Fonseca expulsando a los portugueses durante el conflicto entre Juana la Beltraneja e Isabel la Católica e incluso en la batalla de San Quintín. ¡Total ná!, gentes honradas y duras, echas en sus tiempos a hierro y espada, defensores de la cristiandad de los reyes y de lo que ellos tuvieran por idea como noble.

Ilustre villa, ¡si señor!, parada y fonda de multitud de reinas, reyes y la madre que a todos les parió. Incluso causa y motivo por el que Doña Berenguela, madre de mi tocayo el Santo, ¡a Fernando me refiero!, ¡y el IIIº!, tuvo que abdicar en su descendiente barón.

Estudiados los orígenes de estas tierras de fieros y nobles habitantes, llegué a la conclusión, que mejor cuidar la boca, que por culpa de ella cazan al gorrión, que no por cantar, sino por buscar un cómodo yantar, pero no así, y para mí en esta ocasión, porque aunque peces no hay en la zona, anzuelos y redes pueden sobrar.

Ya en la iglesia, cerrada porque era muy tarde, nos dimos de canto con una bella y antiquísima piedra pila bautismal, algunos, pues como el bestia que narra esta historia, no sabían que podía hacer una copa tan grande y finamente tallada allí, pero ese es otro cantar.

No recuerdo quien fue, si Julito, Nacho, Altamira e incluso yo mismo, pero desde lejos vimos un carro antiguo con sistema de bombeo, y claro, con los vinitos entre pecho y espalda, a uno de nosotros se nos ocurrió decir.

-¡Mirad!, un carro con un sistema para bombear vino.

Así que nos acercamos al aparato y dimos las gracias porque no hubiera nadie que escuchara semejante barbaridad, puesto lo que allí estaba colocado a modo de monumento, no era otra cosa que un carro de bomberos del siglo XIX, y muy bien cuidado, por cierto.

Mira por dónde aparecieron los rezagados, familia Bárcena casi al completo. Saludos van y vienen y…

-Hace un poco de calor, ¿qué tal unas cañas?

Visto que nadie decía nada y que el silencio es una buena respuesta, los más valientes nos adentramos en Las Chicas, de cuya gracia y talento destaco a la mayor. El grupo visto que los más jabatos habían tomado el normal camino de la barra, empezaron a aparecer. Caña va caña viene, que si una sin alcohol, un bitter, ¡que no!, que son dos, ¡hostias!, ¿estás seguro?, ¡que sí coño!, ¿ya hora qué hacemos con el que sobra? Ya saben las típicas costumbres cuando entran muchos en un lugar tan sano y empiezan las peticiones. Demos gracias a que no era la hora del café.

Mientras observábamos si teníamos los vasos medio llenos o casi vacíos, recibimos la llamada de nuestro anfitrión.

-¡Fernando!, venid echando leches que se enfría la comida.

Vista la urgencia, avisé al batallón y pedimos la cuenta, a la que Don Rafael, alma dispuesta a todo, solicitó la venia y autorización de hacerse cargo con la importancia de la contribución, y así se hizo. Pidió la cuenta para pagar los tragos y en ese momento de nuevo se armó.

-¿Señorita, puede darme una factura? -Solicitó Rafael.

Apareció la sonriente y destacada señora o señorita que nos había servido y con un tono castellano, frívolo y valiente cargado de humor al más puro estilo cabrón, le soltó:

-¿Una factura?, ¿y para que la quiere?, ¿no se fían de usted?- Respondió Mercedes, esa encantadora señora o señorita que dejó a nuestro alma mater en cao técnico cuando solicitó la factura en el bar.

Que les puedo decir de la cara de nuestro pagador, ¡un poema!, así se quedó, sin saber qué hacer ante tan dulce e irónica respuesta. Viendo el panorama, entré en justas, que todo hay que decirlo, ¡que a  mí…, éstas me gustan!

-Mire con un trozo de papel nos vale. ¿Te place Rafa?, que aquí las costumbres son otras.

Y así hizo, sin más, cogió un residuo que allí le quedaba de algo similar a una porción a un folio simétrico, trazó perfectamente unos números y por supuesto el concepto, ¡que no falte! Bebidas tanto y eso sí, como honrada que es, añadió el Santo y Seña con dirección y CIF incluido a base de un sonoro tamponazo. ¡Como para quejarse!

Nos despedimos de la simpatía personificada en una bella sonrisa que nos indicaba cómo, y de qué manera nos habían colocado un punto, ¡mejor dicho!, queda mejor…, ¡colado un golazo!, y nos dirigimos con regia marcialidad a cumplir con las obligaciones y menesteres tópicos de la zona, en castellano de toda la vida, a recibir el cariño y mejor agasajo que te pueden regalar, por parte de una familia que antes desconocíamos y que ahora están en nuestros corazones. Gentes honradas que dan lo que tienen empeñando sus almas en atender a sus invitados como Dios manda, o mandaba, según se vea. ¡Ojo!, que no se malinterprete la frase, que no tiene segundas. ¡Al diablo me refiero!

 

Crónicas de un éxito anunciado – El viaje de los escritores – Capítulo I

Crónicas de un éxito anunciado

“El viaje de los escritores”

 Capítulo I – La salida

El sol ondea sus rayos con fuerza y una leve brisa fresca de finales verano, de esas que anuncian un cambio importante de temperatura me sonríe a las nueve de la mañana. Aprovecho y sin prisas me dirijo al meeting point de costumbre, el Cerbantes con “b”, punto de nuestras tertulias literarias y humanas de cada miércoles.

Miro al cielo, mientras calculo las sombras de los edificios, velocidad del viento, olfateo la humedad relativa y al fondo, justo por la esquina que me está sirviendo de reloj solar, aparece con paso firme y decidido uno de los grandes de Alcorcón, Don Rafael Gálvez del Olmo. Viste  pantalón vaquero, camisa a cuadros de tipo Picasso y un chaleco beis sin mangas que hace las veces de mariconera. No se le notan los cuarenta y ocho años que tiene el caballero. Ya en el bar, nos saludamos.

-Muy buenos días Don Rafael, puntual como nadie y como siempre.

-Muy buenos días Don Fernando, veo que los únicos.

-Hay cambio de planes, María va con Pepe, su esposa y dos de sus hermanos, así que vamos a por el resto de la tropa, pero…, ¡tomemos un café primero! ¿Os place?

Confirmado el cortado, Carlos el regente de la firma de Cerbantes, nos atiende sirviéndonos ambos cafés, el mío italiano, así aprovechan y aprenden idiomas. Saboreamos los cálidos líquidos extraídos de tan hermoso grano y nos despedimos de nuestro anfitrión, pero al que siempre pagamos, que no se diga lo contrario.

De camino hacia el Capitán Trueno, mi querido y estimado compañero de mil batallas y kilómetros sin allende los mares, es decir en la Ibérica península y algún que otro pequeño confín de las tierras lusas y galas, no hablamos nada, porque estaba al lado, así que abrí ambas puertas del vínculo de unión, nos colocamos los cinturones de castidad, introduje la llave en el sitio adecuado y al girar hacia la derecha pudimos escuchar el relincho de los caballos que nos iba a llevar hasta Santiuste de San Juan Bautista, allá por tierras segovianas. Pero antes, todo hay que decirlo, debíamos hacer parada y fonda después de un largo camino de dos kilómetros, donde nos esperaban otros dos hidalgos caballeros, Don Ignacio León Roldán y como no, Don Julio Valencia Monascillo, alias “Julito…, ¡hostias!”

El apodo de Julito no es de origen ancestral, ¡que va!, es tan reciente como la amistad que nos une, y se debe a nuestras lógicas y acaloradas discusiones, ¡sí!, porque haberlas háilas, como es normal entre amigos de diferentes índoles sensoriales, ¡ya saben!, uno sensa de una forma y el otro…, pues también.

Era un día especial para todos, tanto que incluso venían desde Torrox, en la frontera con el Mediterráneo mar y tierras de Málaga, dos amigas y compañeras para la travesía que aún nos quedaba por recorrer hasta el punto dónde Enrique Eloy de Nicolás había nacido.

Como siempre que nos veíamos, saludos a ritmo de Don latino, aquí hay paz y buen vino, señal de mutuos respeto y admiración. Una vez cumplido el protocolo, ¡ni don ni ná!, el lenguaje tornaba hacia un estilo un tanto peculiar, tirando a gutural y más acorde a las realidades de la cotidiana vida de los cuatro matachines de pluma y papel, ya saben. ¡Pero qué me dices picha floja, que a ti tampoco te funciona!, ¡no te des la vuelta que te vas a enterar!, que estamos en tiempos de guerra, así que cualquier agujero es trinchera, amén de otros menesteres del cachondeo típico de los santos varones que esperan sin otra cosa que hacer, que perder el tiempo como mandan los principios naturales del individuo.

Nuestras compañeras venían con retraso, era de prever después del madrugón que se habían dado y además justificado, puesto que no conocían este culto pueblo en todo el mundo conocido y además no utilizaban mapa, para eso ya estaban las nuevas tecnologías, tan inteligentes y con tanto sentido del humor, que son como los humanos, tú les dices la dirección y ellos te llevan a donde les va el pairo, así que visto que el satélite era un guasón y les había llevado a Móstoles, tuvimos que recalcar vía móvil la nueva dirección.

Una vez producido el gran reencuentro, especialmente entre Altamira y el que plasma la historia, pues hacía muchos años que no nos veíamos, y como viejos amigos y camaradas de guerra, nos fundimos en un abrazo de esos que le rompen el alma a cualquiera, al que lo ve y por supuesto a los que lo sienten.

Hechas las debidas presentaciones, cambió la tonalidad de la lengua, es decir los contenidos y los términos, amén de las sutilezas, además y sea dicho de paso,  de sacar pecho. Hasta Rafa parecía un bomboncito, metió tripa hasta los confines de la espalda, como es y debe ser de cualquier caballero que se precie, ¡por favor!, incluido yo, ¡faltaría más!

Aprovechamos y como en cualquier mesa bien puesta, y visto que había dos vehículos de transporte y la suma de los números daba seis, nos dividimos en primos de la misma cantidad, así pues, una chica y dos varones por correspondiente coche. Finalizamos dándonos mutuamente las correspondientes pautas para el camino, y…, ¡voilé!

¡Sí, así fue!, uno a por morcillas y queso fresco y el otro a por marisco. Aprovecho para retransmitir la faena, ¡que no tiene precio!

-No veo el coche de Ignacio. Seguro que como cada uno tiene su opinión habrán  elegido como alternativa la M-50, en lugar de la M-30. Hoy no hay tráfico y te ahorras unos cuantos kilómetros.-Comenté.

El copiloto, al que ya conocen por ser uno de los grandes de Alcorcón, no hablaba demasiado, desconozco si el motivo aparente era porque teníamos compañía u otro, pero el caso es que no soltaba prenda.

-Espera que llamo por teléfono, a ver si se van a ir por peteneras. Altamira, ¿puedes buscar Nacho escritor móvil y marcarlo?, sin las gafas de cerca no veo un pimiento.

Por supuesto, ella coge el móvil y ejecuta la súplica correctamente y al minuto escuchamos mil ruidos y rayos por los altavoces del manos libres.

-¡Nacho!, que no os vemos, ¿dónde estáis?

-¡Riistrsiscrashs!, ¡de camino, por la M-50! ¡srascristrtrsius! –contestaron ellos y las interferencias del aparato.

Alzando la voz para que nos escuchara apropiadamente, tal y como debería ser, llegó un momento en el que oímos la respuesta de mano de Julito.

-Yendo hacia la carretera de la Coruña.

-¡Hostias!, ¡que no, que no!, ¡que es la de Burgos! – contesté rápidamente. Algo más salió de los altavoces pero no pude entender el mensaje.

Rafa que me mira, tomando un poco de color, va y me suelta los antecedentes completos.

-Te han dicho que van hacia la N-6 en dirección a los túneles de Guadarrama.

-Pero si estuvimos hablando de cómo llegar, si ese camino me lo conozco como la palma de mi mano. Ya verás cuando se den cuenta.

Entramos en la M-30, por los túneles en dirección sur desde la carretera de Extremadura. El alma mater de nuestra asociación, nunca había recorrido el tramo entero hasta la salida de la N-III, así que se sorprendió la distancia del soterrado camino. A lo que añadió el lógico comentario.

Enfilado el Capitán Trueno en dirección al origen del queso fresco y las morcillas típicas de la zona, es decir…, Burgos, aproximadamente sobre el kilómetro cuarenta, volví a llamar por teléfono a nuestros compañeros, no quería que se dieran un palizón, mejor dicho, la encargada de la delicada operación fue Altamira. Una vez inicializada la conexión, y escuchado de fondo el potente rugido de los motores, pregunté.

-¿Por dónde vais?

-Llegando a los túneles de Guadarrama. Volvió a contestar Julito

-¡Qué no, que no, que es por burgos!, respondí apresuradamente, tenéis que dar la vuelta, ¡mira que os lo he dicho!

Entonces una luz se iluminó en mi cabeza, y a toda prisa.

-¡Hostias!, que el que se ha equivocado soy yo.

Así que miré a mi compañero, ¡sí!, el de mi derecha, que no habría boca, pero iba cogiendo ese colorcillo rojo, en sintonía con las venillas de los ojos, al que se le veía salir vaho por las fosas nasales, ¡y no hacía frío!, tal como un toro a punto de embestir a la muleta, ¡qué digo yo!, al torero y darle unos cuantos revolcones, y visto que tarde o temprano me iba a sacudir una buena, pues no me quedo otra alternativa que cambiar el tercio de varas, tanto en la dirección del viaje, como en intentar suavizar los casi ochenta kilómetros de más que nos íbamos a meter entre cuerpo y espalda.

-No sé por qué te pones así. – espeté- nunca habías visto el túnel de la M-30 hasta la carretera de Valencia.

Cierto es que Rafa es muy positivo, siempre le he conocido así y lo demostró, porque visto que no había solución decidió gruñir en si mayor y a contrabajo, pero asintió. El que estaba realmente cabreado era yo, puedo jurarlo, pero que no se notara e intentando averiguar cómo se me había ido el Santo al cielo de esa manera, pues cierto es que el camino que debíamos haber cogido desde el principio, lo había realizado en numerosas ocasiones.

He aquí algunas de sus reales elocubraciones mentales, plasmadas cde su pluma y tinta, tal y como es él.

El copiloto estaba callado, ¡claro! Desde el primer momento en que escuchó al capitán del barco que para llegar a Segovia había que surcar los mares de Extremadura… y eso después de (que aún rumiaba), las pautas a seguir. ¡Dios mío, las pautas! Había escuchado cien veces la dirección del camino, con pautas (y sin pausas), que el comandante al volante conocía como la palma de su mano. Es para hacer pensar si alguna vez se la ha mirado. (La palma de la mano, está claro).

Mientras el susodicho copiloto trataba de asimilar y encajar los dos kilómetros que llevaban en la carretera, (y ya se había perdido al otro navegante), se encontró inmerso y hundido en una oscuridad total que no se acababa nunca. Comprendió y fue asesorado de que aquello era un túnel (pero no el de Guadarrama precisamente). Aún así todavía sigue pensando que el osado investigador de carreteras y caminos le estaba dando la vuelta a un circulo oscuro y cerrado y que al final, con un inteligente pase mágico, sorprendería su ignorancia al presentarle las primeras casas del mismísimo Santiuste, punto final del viaje, o, más sorprendente, en Deja-vu, aparecer otra vez en el inicio del viaje, es decir, en los lares de Alcorcón .

Pero no, cuando vio la luz (y pudo abrir los ojos), el sol, su altura, el cielo azul… y un cartel que señalaba San Sebastián de los Reyes, (ahí al lado), y los gritos del narrador de esta historia que, sin soltar el volante, parecía pelearse con el techo del vehículo que conducía, pero no, lo hacía por vía espacial con los ocupantes del vehículo que, “sosiasmente”, debiera estar “unísonamente”, a la par.

Entonces fue cuando se le volvió a encender otra bombilla al copiloto y reconoció la carretera donde se hallaba y cuando quiso decir algo escucho ¡Hostias!… y se encogió por si le caía alguna.

En fin, pese a las reflexiones del autor de esta crónica y la corrección en el rumbo, no se habían terminado los baches en este viaje, pues, cuando todo parecía ir correctamente…

Altamira, la bella acompañante en este singular viaje, viendo la torpeza del patrón de esta singladura, se le ocurrió, con buen ver y buena voluntad, sacar su GPS para que no nos volviera a equivocar alguna señalización puesta malintencionadamente.

Nunca lo hubiera hecho…

No quiero imaginarme si mis compañeros llegan a hacerme caso y tiran por la dirección que defendía con tanto ahínco, pero de lo que sí estoy seguro es que mi acompañante, el de derecha, conoció a mis padres ese mismo día. Pueden estar seguros.

Amén del despiste, corregimos la ruta dando un giro de ciento ochenta grados en cuanto pudimos, total, por cien kilómetrillos de más, tampoco íbamos a discutir.

Una vez en la carretera de la Coruña, con tráfico denso y fluido, aproveché a ir cambiando de carriles según veía el campo libre, al menos intentar sin correr llegar lo más cerca posible de la hora acordada, y mira por donde en esta ocasión fue nuestra callada compañera que iba leyendo tranquilamente detrás, la que me dio un toque. Así fue, tal y como está escrito.

-Fernando, no has puesto los intermitentes.

-¡Claro!, es que si los pongo, nos tapan la salida y no nos dejan. –Contesté

-Pon lo intermitentes, que así no se debe circular. –Me replicó con toda tranquilidad y tenía razón, pero eso no podía quedar así, faltaría plus.

-¡Cómo se nota que eres hija de guardia civil!

Y así quedó el tema, cuando estábamos llegando a una de las salidas de la autopista, la que además nos correspondía.

-Altamira, ¿puedes poner el GPS que un poco más adelante me equivoco alguna vez.  ¡Espera!, pero pon el mío, que el tuyo os llevó a Móstoles en lugar de a Alcorcón.

Rafa no dijo nada, pero asintió, no era cuestión de recorrernos el país para un destino de hora y media.

-El tuyo no lo entiendo, pongo el mío.- Respondió ella.

-¡Hostias!, que solo nos faltaba un viajecito más largo.

Y así fue, puso la dirección y cuando habíamos salido del peaje en dirección la vía que nos dejaría en Santiuste, ¡zhass!, el chino del satélite, el muy cabrón nos gastó otra broma, de manera que sin saber ni cómo ni de qué manera, volvimos a entrar en la susodicha y puñetera autopista de peaje.

Rafa que vio la maniobra, solo alcanzó a decir:

-¡Otra vez!, esto no puede ser, espero que no sea en dirección Madrid.

Verán ustedes, en la anterior me salvé de un buen revolcón, pero en esta…, no tenía escapatoria alguna.

-¡Que sí!, que vamos en buena dirección- No me quedó otro remedio que responderle. En esta ocasión no se oía ni la respiración dentro del habitáculo del Capitán Trueno, ¡pueden creerme!, ni la mía, que además ahora sí que no sabía dónde saldríamos a parar. Esperé a que los ánimos se fueran calmando un poco y volví por los fueros.

-Altamira, ¿puedes darle un par de hostias a los chinos que hay dentro de ese chisme?,  ¿qué distancia nos queda?

Nuestra buena amiga y compañera, decir…, ¡no dijo ná!, pero sí movió con violencia el receptáculo que recibe las órdenes del más allá, para ustedes y nosotros “er satélite”, puesto que el artículo adecuado se lo habíamos cambiado adoptando otro más acorde a la situación, algo así como llamar doctor o “dotol” a un médico dependiendo de la calidad de su servicio y conocimiento.

Después de haber vapuleado y vilipendiado a los asiáticos que están dentro de las memorias, chips y circuitos integrados, la fémina mujer compañera de esta larga batalla, dignose a responder.

-El GPS “Grandes Puñetas por mis Servicios”, que así es como debería llamarse, dice que nos quedan veinte kilómetros, pero yo no pongo la mano en el fuego, vete saber, igual los componentes se han mareado.

Rafa miraba a uno y otro lado, colorado cual tomate maduro a punto de explotar, observando la vía de circulación a la derecha, esa que hace unos minutos que parecían horas le había comentado que es donde deberíamos estar, libres como el viento y no encerrado en una pista de peaje compinchada con el chisme ese que nos llevaba según le venía en gana. Hasta que ya no pudo más.

-¡Tira por el campo a la carretera!, ¡coño!, que nos lleva a la Coruña.

-Don Rafael, vuestra merced tiene razón, si seguimos así, llegaremos antes a tierras gallegas que a nuestro destino, pero al menos veremos el mar y con suerte nos metemos una buena mariscada entre lomo y espalda, jajaja –Le respondí intentando suavizar el carácter de ambos, porque señores y señoras, ¡vaya viajecito!

Cada metro se nos hacía una eternidad, era como ir a cámara lenta dentro de una vía que no te dejaba salir. A veces incluso pensaba, ¿nos habremos matado en un accidente y aún no nos hemos dado cuenta?, hasta que de nuevo, y a Dios gracias, Altamira volvió a entrar en escena.

-¡Chicos!, los amarillos dicen que en tres kilómetros a la derecha.

Bendita mujer, por fin una buena noticia y esta vez sí que era cierta, se ve que los meneos habían hecho cambiar de opinión a esos seres que nos querían tener dando vueltas por el espacio peninsular. Nos desviamos y de pronto, como si de magia se tratara, en una carretera comarcal, apareció el sagrado rótulo que nos indicaba el punto y final de esta travesía.

-¡Ahí a la derecha, por donde nos envía a Santiuste!.-Ordenó el copiloto.

Y por supuesto el comandante del ruedaplano hizo caso, ¡faltaría más!, así que empezamos a recorrer un carreterín que parecía deslizarse en los páramos dorados de aquellas tierras con suaves curvas, como dándonos la bienvenida por haber sido capaces de llegar.